Evangelio
de Mateo 21, 33-43
Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los
ancianos del pueblo: “Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó
una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre,
la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de los
frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le
correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno,
mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevos otros criados, más que
la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo
diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo,
se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”.
Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando
vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” Le contestaron:
“Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros
labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.” Y Jesús les dice: “¿No
habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro
patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos y
se dará a un pueblo que produzca sus frutos.”
Por todas partes está colocado el lagar,
porque en todas partes viven los que han recibido la unción del Espíritu de
Dios...
El apóstol Pablo dice: Lo que algunos
tienen es ignorancia de Dios. Yo digo que permanecen en esta ignorancia todos
aquellos que no quieren convertirse a Dios. Ellos rechazan esta conversión por
la única razón de que imaginan a un Dios solemne y severo cuando es todo
suavidad; ellos lo imaginan duro e implacable cuando es todo misericordia;
creen que es violento y terrible cuando es adorable. Así el impío se engaña a
sí mismo y se fabrica un ídolo en vez de conocer a Dios tal cual es.
San Bernardo
Como vemos en www.viaamoris.blogspot.com hay muchas maneras de rechazar al Hijo, incluso hasta la muerte, y no son siempre tan evidentes como la brutalidad de los viñadores de la
parábola. Si somos honestos, reconoceremos que lo estamos negando cada día. Ser
honestos, un corazón noble que mira lo verdadero, lo justo, puro y amable, como nos recuerda la segunda Lectura de hoy (Filipenses 4, 6-9). Una meta tan digna y a la vez tan cercana si nos liberamos de intereses mezquinos y muchas ocupaciones que son tantas veces un estorbo mortal, pues nos
mantienen demasiado distraídos para ver a Jesús, piedra desechada por los
ignorantes, para los sabios e inocentes, piedra angular, a quien debemos mirar,
acoger, situar en el centro de nuestro corazón y de nuestro pensamiento. Él es el Hijo que quiere convertirnos en hermanos Suyos y co-herederos de todos sus bienes.
Dice Lilian Staveley: “Del pensamiento
constante nacerá ternura; de la ternura, el afecto; del afecto, el amor. Una vez
que el amor a Jesús se ha establecido firmemente en el corazón, percibimos nuestras
propias faltas, percepción muy dolorosa, y conocida como arrepentimiento. (…)
No tenemos individualmente la seguridad del cielo porque Jesús muriera en una
cruz por los hombres, sino que tenemos la seguridad del cielo para nosotros
solo si queremos vivir, pensar y actuar de modo tal que lleguemos a ser de los
elegidos.”
En ello estoy, por la gracia del Señor y de María, a la que me he consagré el pasado ocho de septiembre, tras una preparación de treinta y tres días, que a muchos les puede parecer anacrónica y es, con diferencia, de lo mejor que he hecho. Ya irán saliendo por aquí reflexiones sobre esta decisión y su trascendencia.
Iba a despedirme de estos blogs para callar, dije el pasado domingo, como consecuencia lógica, creía, de este proceso, pero la lógica del Señor no tiene nada que ver con la nuestra. Callaré o hablaré al ritmo que Él marque, desde el nuevo vacío que he estrenado.
Demasiado tiempo, tal vez, ignorando los bienes reales y duraderos, entretenida, colocando las sillas del Titanic… Queda la inercia que nos hace confundir lo verdadero y lo falso, la muerte y la vida, quedan demasiados hábitos, demasiadas grabaciones viejas que condicionan y limitan, pero ya he elegido; es tan clara la opción... ¿Colocar las sillas que están a punto de hundirse, o unirme a los músicos que interpretan en cubierta su última sinfonía, mientras los demás gritan, se empujan, se matan por conseguir un puesto en los botes para salvar la vida y perder el alma? ¿Intentar escapar, colocar las sillas del barco que naufraga, o unirme a los músicos, serenos y fieles a su misión?
Elijo unirme a los músicos, que es escoger la bondad, la verdad y la belleza, pero, como a veces soy infiel, me he hecho esclava. Como quiero ser libre, me he encadenado a María y a Jesús con cadenas de amor, para no ceder a lo falso o a la muerte ni un solo instante de los días de gracia que aún quedan y poder dar el fruto esperado, tan sutil que no se ve, tan sutil que podemos sacarlo de este mundo de oscuridad, pena y aprieto (como lo llama San Juan de la Cruz en el texto que sigue), y llevarlo con nosotros a la vida verdadera, con la pura claridad de cuanto amamos. Si matar al Hijo es suicidarse, acogerle es renacer y tender vías de comunicación directa con el Padre y Señor, con el Dueño de todos los bienes.
"Los ángeles son nuestros pastores; porque, no sólo llevan a Dios nuestros recados, sino también los de Dios a nuestras almas, apacentándolas de dulces inspiraciones y comunicaciones de Dios; y, como buenos pastores, nos amparan y defienden de los lobos, que son los demonios. Los ángeles, mediante sus secretas inspiraciones que hacen al alma, le dan más alto conocimiento de Dios; y así, la enamoran más de Dios hasta dejarla llagada de amor.
La luz de Dios que al ángel ilumina esclareciéndole y encendiéndole en amor, como a puro espíritu dispuesto para la tal infusión, al hombre, por ser impuro y flaco, regularmente le ilumina en obscuridad, pena y aprieto...
Cuando el hombre llega a estar espiritualizado mediante el fuego del divino amor que le purifica, entonces recibe la unión e influencia de la amorosa iluminación con suavidad a modo de los ángeles...
Acuérdate cuán vana cosa es gozarse de otra cosa que de servir a Dios, y cuán peligrosa y perniciosa, considerando cuánto daño fue para los ángeles gozarse y complacerse de su hermosura y bienes naturales, pues por eso cayeron feos en los abismos.”
En ello estoy, por la gracia del Señor y de María, a la que me he consagré el pasado ocho de septiembre, tras una preparación de treinta y tres días, que a muchos les puede parecer anacrónica y es, con diferencia, de lo mejor que he hecho. Ya irán saliendo por aquí reflexiones sobre esta decisión y su trascendencia.
Iba a despedirme de estos blogs para callar, dije el pasado domingo, como consecuencia lógica, creía, de este proceso, pero la lógica del Señor no tiene nada que ver con la nuestra. Callaré o hablaré al ritmo que Él marque, desde el nuevo vacío que he estrenado.
Demasiado tiempo, tal vez, ignorando los bienes reales y duraderos, entretenida, colocando las sillas del Titanic… Queda la inercia que nos hace confundir lo verdadero y lo falso, la muerte y la vida, quedan demasiados hábitos, demasiadas grabaciones viejas que condicionan y limitan, pero ya he elegido; es tan clara la opción... ¿Colocar las sillas que están a punto de hundirse, o unirme a los músicos que interpretan en cubierta su última sinfonía, mientras los demás gritan, se empujan, se matan por conseguir un puesto en los botes para salvar la vida y perder el alma? ¿Intentar escapar, colocar las sillas del barco que naufraga, o unirme a los músicos, serenos y fieles a su misión?
Elijo unirme a los músicos, que es escoger la bondad, la verdad y la belleza, pero, como a veces soy infiel, me he hecho esclava. Como quiero ser libre, me he encadenado a María y a Jesús con cadenas de amor, para no ceder a lo falso o a la muerte ni un solo instante de los días de gracia que aún quedan y poder dar el fruto esperado, tan sutil que no se ve, tan sutil que podemos sacarlo de este mundo de oscuridad, pena y aprieto (como lo llama San Juan de la Cruz en el texto que sigue), y llevarlo con nosotros a la vida verdadera, con la pura claridad de cuanto amamos. Si matar al Hijo es suicidarse, acogerle es renacer y tender vías de comunicación directa con el Padre y Señor, con el Dueño de todos los bienes.
"Los ángeles son nuestros pastores; porque, no sólo llevan a Dios nuestros recados, sino también los de Dios a nuestras almas, apacentándolas de dulces inspiraciones y comunicaciones de Dios; y, como buenos pastores, nos amparan y defienden de los lobos, que son los demonios. Los ángeles, mediante sus secretas inspiraciones que hacen al alma, le dan más alto conocimiento de Dios; y así, la enamoran más de Dios hasta dejarla llagada de amor.
La luz de Dios que al ángel ilumina esclareciéndole y encendiéndole en amor, como a puro espíritu dispuesto para la tal infusión, al hombre, por ser impuro y flaco, regularmente le ilumina en obscuridad, pena y aprieto...
Cuando el hombre llega a estar espiritualizado mediante el fuego del divino amor que le purifica, entonces recibe la unión e influencia de la amorosa iluminación con suavidad a modo de los ángeles...
Acuérdate cuán vana cosa es gozarse de otra cosa que de servir a Dios, y cuán peligrosa y perniciosa, considerando cuánto daño fue para los ángeles gozarse y complacerse de su hermosura y bienes naturales, pues por eso cayeron feos en los abismos.”
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