Evangelio según san Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. El bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le contestó: “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
Hoy ha venido la Salvación a esta casa, Alexandre Bida
Para quien es rico no hay más que un camino para llegar a serlo de veras: tornarse no sabedor de su riqueza, hacerse pobre; el camino del pájaro es el más corto, el del cristiano, el más feliz. Según la doctrina del cristianismo, solamente hay un rico: el cristiano; quien no lo sea, es pobre, tanto el pobre como el rico. Un hombre nunca está más sano que cuando ni siquiera nota que tiene cuerpo, y un rico también está sano cuando, sano como el pájaro, no sabe absolutamente nada de su riqueza terrena.
S. Kierkegaard
UN HOMBRE NUEVO
Él me hizo comprender en un instante lo que muchos tardan años en entender, lo que muy pocos llegan a asimilar del todo.
Soy Zaqueo y fui jefe de publicanos. Durante años ejercí el peor de los trabajos, recaudaba los tributos de mi pueblo para las arcas romanas. Fui repudiado por mis compatriotas por traidor y usurero. También me repudiaba a mí mismo, porque en el fondo amaba a mi patria. No sé cómo pude saquear a quienes menos tenían.
Fui un traidor repulsivo hasta que aquel hombre me miró, cuando yo estaba subido al sicómoro para verle. Entonces no dudé; yo, que hasta ese momento había medido cada paso, cada decisión, cada amistad, por el interés, confié en él totalmente, y le entregué mi voluntad definitivamente.
Fue su mirada, o tal vez su voz, quizá la sencillez de una propuesta que resonó en mi corazón como si esperara ese momento desde siempre.
Lo cierto es que de algún modo anhelaba ese encuentro. No que me llamara, no que me escogiera, jamás imaginé que se fijaría en mí. Pero ya le había oído hablar algunas veces, desde lejos, sin atreverme nunca a decir nada, ni siquiera a quienes iban con él.
Desde el día en que pronunció mi nombre y quiso hospedarse en mi casa, dejé de ser un traidor, un publicano usurero, para ser el hombre que él quiso hacer de mí.
Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa, me dijo, y fue la invitación más generosa que me han hecho o me pueda nadie hacer, entonces o en 2016, o en todos los siglos llenos de almas anhelantes de encontrarse con Él, para mirar y hablar como Él. Para ser en Él.
Soy Zaqueo y fui jefe de publicanos. Durante años ejercí el peor de los trabajos, recaudaba los tributos de mi pueblo para las arcas romanas. Fui repudiado por mis compatriotas por traidor y usurero. También me repudiaba a mí mismo, porque en el fondo amaba a mi patria. No sé cómo pude saquear a quienes menos tenían.
Fui un traidor repulsivo hasta que aquel hombre me miró, cuando yo estaba subido al sicómoro para verle. Entonces no dudé; yo, que hasta ese momento había medido cada paso, cada decisión, cada amistad, por el interés, confié en él totalmente, y le entregué mi voluntad definitivamente.
Fue su mirada, o tal vez su voz, quizá la sencillez de una propuesta que resonó en mi corazón como si esperara ese momento desde siempre.
Lo cierto es que de algún modo anhelaba ese encuentro. No que me llamara, no que me escogiera, jamás imaginé que se fijaría en mí. Pero ya le había oído hablar algunas veces, desde lejos, sin atreverme nunca a decir nada, ni siquiera a quienes iban con él.
Desde el día en que pronunció mi nombre y quiso hospedarse en mi casa, dejé de ser un traidor, un publicano usurero, para ser el hombre que él quiso hacer de mí.
Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa, me dijo, y fue la invitación más generosa que me han hecho o me pueda nadie hacer, entonces o en 2016, o en todos los siglos llenos de almas anhelantes de encontrarse con Él, para mirar y hablar como Él. Para ser en Él.
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