Evangelio según san Lucas 12,13-21
En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús: «Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».
Parábola del rico insensato, Rembrandt |
"¡Ojalá hubiéramos vivido siquiera un día bien en este mundo!”
“¡Qué bienaventurado y prudente es el que vive de tal modo,
cual desea le halle Dios en la hora de la muerte!"
Imitación de Cristo, Thomas de Kempis
Somos testigos cada día de lo inestable que es este mundo. Enfermedades, muertes inesperadas, tragedias, ruinas económicas. Se nos ha dicho de muchas maneras que Cristo nos ha salvado para la vida eterna, pero seguimos dando nuestro tiempo, energía, afanes y preocupaciones a lo que desaparecerá tarde o temprano y no dejará huellas. Porque lo hemos oído, pero no lo hemos escuchado ni lo hemos entendido ni lo hemos vivido. Si lo viviéramos, no se nos olvidaría que Él es nuestro Salvador y sentiríamos los efectos de esa Salvación y las riquezas infinitas que de ella proceden en nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestras almas.
¿Para quién será lo que escribes, si no es para Cristo? ¿Para quién será el tiempo que pasas alejada de Él? ¿Para quién será tu cuerpo si no es Su Templo? ¡Para el polvo y para el viento! Vive por, para, con él y todo lo encontrarás transformado y sublimado, completado y perfeccionado cuando toque rendir cuentas.
Aprendamos a ser verdaderos pobres de espíritu, para derribar los graneros que construye el ego, ese hombre exterior, viejo y transitorio que, buscando la seguridad, el poder y el placer se apropia y se apega a lo material y lo efímero: mi casa y mis cosas, mi trabajo, mi mujer o mi marido, mis hijos, mis padres, mis hermanos, mis costumbres, mis planes y proyectos, mis amigos, mi descanso, mis diversiones, mis derechos, mi cultura, mis principios, mis creencias… Todo graneros, todo ilusorio, miserable al fin, si no lo vivimos con el desapego del hombre interior que, a pesar de todo, pugna por aflorar.
Es hora de invertir valores y poner nuestra confianza y seguridad en Dios, el único apoyo firme, el único verdadero. Realicemos el Reino en la tierra, para vivir ya como hijos de Dios, y la muerte será un tránsito gozoso para acceder a la morada eterna. www.viaamoris.blogspot.com
Todos, de un modo u otro, hemos estado apegados a cosas, personas, circunstancias, incluso miserias y vanidades, a lo largo de la vida. Cuando lo reconocemos y, con asombro inocente, descubrimos que hay otra forma de vivir, una corriente de "dolor-amor" nos inunda, nos transforma, y nos da la posibilidad de rehacer nuestro pasado, renunciando a nuestra voluntad humana, mezquina, limitada, confusa y ciega, cuando actúa separada de la voluntad de Dios. Entonces, somos capaces de empezar de cero, y todo lo bueno que hubo en nuestra vida antes de este momento, perfeccionado y completado por la entrega definitiva, se convierte en combustible para el camino de regreso a nuestra esencia original. Empezamos a ser conscientes de nuestra verdadera riqueza, que es la Vida en Cristo y comprendemos con Santa Teresa que solo Dios basta. Volvemos a casa.
Hermano Rafael, Escritos Selectos CD 1
Oíd esto, todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;
Mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.
¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?
Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.
Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.
El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.
El hombre rico e inconsciente,
es semejante a las bestias, que perecen.
Salmo 49
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