En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y
se paró en una llanura, con un grupo grande de discípulos y una gran
muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de
Tiro y de Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que
ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis,
porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan,
y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del
hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será
grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de
vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los
que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla
bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos
profetas.»
El Sermón de la montaña, Fra Angelico
Quiso dar, ante todo, a quienes le escuchaban, la idea de que el verdadero Reino de Dios se abría en el temblor del alma y en la voluntad de perfeccionamiento.
Daniel Rops
Creo tener la certeza de que no lograré la claridad y la sinceridad interiores, a menos que empiece a actuar consecuentemente con el Sermón de la Montaña. Y es que hay cosas por las que merece la pena comprometerse del todo. Y me parece que la paz y la justicia, o sea Cristo, lo merecen.
Dietrich Bonhoeffer
El domingo pasado contemplábamos la vocación de los primeros apóstoles y recordábamos nuestra propia vocación. Hoy contemplamos las Bienaventuranzas, el núcleo del Sermón de la Montaña, cuyo centro es la sinceridad, la coherencia y la pureza de corazón que permite amar y comprender cómo es más importante la voluntad de perfeccionarse que la propia perfección. Ese anhelo de perfección, que en el joven rico no fue lo suficientemente fuerte o sincero, exige equilibrio, constancia y fidelidad. La audacia en el corazón es fundamental, unida a la confianza, una actitud limpia y un propósito claro, una firme determinación. Para los sinceros, de corazón puro, que caminan en la voluntad del Señor, no solo cumpliéndola, sino viviéndola, fundidos en esa voluntad divina, está predestinada la dicha eterna, la bienaventuranza plena.
La ley que sostiene las Bienaventuranzas está grabada en el corazón del hombre. Estamos llamados a vivir desde nuestra verdadera esencia, y eso nos permite soltar los condicionamientos y la rigidez de ciertas reglas, para asomarnos a una vida espiritual coherente y real, más allá de ideas o proyectos o percepciones subjetivas. Entonces descubrimos el sentido real del seguimiento y nos convertimos en discípulos, con todo lo que ello implica.
La relación con Dios y con nuestra identidad inmortal va haciéndose más evidente, trascendiendo ritos, formas e intermediarios, viendo en ellos un instrumento útil, imprescindible para muchos, pero sin confundirlos con el Fin. Profundizamos en la oración al "modo" de Jesús(Mt 6, 5-8) y lo que significa adorar en espíritu y en verdad (Jn 4, 23-24). Se trata de interiorizar esa unión y vivir conforme al mandamiento nuevo, el Mandamiento del Amor que late en cada bienaventuranza.
Alcanzar ese estado, el de la vida, la alegría y el amor, supone tener la semilla enraizada y haber conectado con ese centro de nosotros mismos donde sabemos que somos eternos. Desde ahí podemos vivir con verdad, valor y honestidad, y logramos eso tan difícil para un mundo de justificaciones, pretextos y autodefensa: decir sí cuando es sí y no cuando es no (Mt 5, 37). Hay tanto argumento inútil, tanta dispersión dialéctica en nuestras vidas, que a veces parece incluso hacernos olvidar hacia dónde caminamos.
Como San Pablo, gloriémonos en nuestra debilidad, con la alegría y la confianza del que sabe que hay Alguien que completa, restaura, perfecciona todo, toma los errores e incoherencias del pasado y las transforma en coherencia y propósito puro, claro, lleno de sentido.
Solo Él tiene Palabras de Vida; alimentémonos de ellas, soltando el ruido vano de la palabrería vana, que confunde y entretiene, impidiéndonos caminar en Su voluntad, Su presencia, Su verdad, que es Amor. www.viaamoris.blogspot.com
Lo importante es perseverar en la voluntad de seguir amando hasta el final. No es un logro concreto, como nos presenta siempre la lógica del mundo, sino un anhelo esencial de trabajar por el reino para que lo demás venga por añadidura.
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