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sábado, 27 de enero de 2018

La autoridad del Señor


Evangelio según San Marcos 1, 21-28 

Llegó Jesús a Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús lo increpó: “Cállate y sal de él. El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y lo obedecen”. Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.  


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La tentación de Cristo en la montaña, Duccio di Buoninsegna


Alma noble, noble criatura, ¿por qué buscas fuera de ti lo que
está en ti todo entero y del modo más verdadero y manifiesto?

            San Agustín         


Allí donde no habitas tú con tu ipseidad y tu voluntad propia,
allí habitan los ángeles contigo y por todas partes. Y allí
donde habitas con tu ipseidad y tu voluntad propia, ahí es
donde habitan los demonios contigo y por todas partes.

                                      J. Boëhme
    

Muchas veces, a lo largo de nuestra vida, nos planteamos la posibilidad de elegir entre el falso poder de los usurpadores, esos idolillos que nos someten y esclavizan, y la autoridad que viene de lo alto. Si elegimos a Cristo, la única autoridad real, salimos de la mentira de lo que creemos que somos, para entrar en la Verdad, lo que Somos realmente, hijos de Dios en el Hijo.

Usurpador o Señor, poder engañoso del mundo o autoridad de lo alto, miedo y deseo o amor… Es siempre la misma, única elección. El miedo es una ilusión sombría que nos impide recordar que fuimos rescatados de la muerte. Miedo y deseo, agitación y división, notas falsas que entonan la melodía desafinada de nuestra vida, hasta que descubrimos nuestra verdadera nota, limpia, clara, y la ponemos al servicio de la sinfonía de la Vida. Es hora de invertir valores y poner nuestra confianza y seguridad en Dios, el único apoyo firme, el único verdadero, para realizar el Reino en la tierra.

No somos del mundo, aunque estemos en el mundo; no somos del César, sino de Dios. Demos a Dios lo que es de Dios: nosotros mismos, imagen Suya. Solo así alcanzaremos la semejanza perdida, aprenderemos de Jesús, que nos enseña con autoridad, con palabras de Vida. 

Hablar como los hombres o hablar como el Hombre… Se trata de escoger si queremos vivir para lo ilusorio y efímero, o para lo esencial, lo verdadero. En el mundo estamos a menudo dormidos, alienados, a merced de la inercia y las vanidades. Nos encadenamos voluntariamente a lo transitorio, y perdemos de vista lo eterno. Buscamos necesidades absurdas porque hemos creado una escala de valores diabólica que nos impide vivir como los hijos de la luz que estamos llamados a ser.  www.viaamoris.blogspot.com

Si fuéramos honestos, reconoceríamos cuántas veces escogemos las sombras y servir a los falsos señores de la mentira y la muerte (siempre el mismo falso señor, con diferentes máscaras). Traicionamos nuestro destino y nuestra verdad interior, y luego nos engañamos a nosotros mismos para poder soportar esa traición que nos condena. Porque es uno mismo el que escoge ser de los elegidos, y es uno mismo también el que se condena. He ahí el doble filo del libre albedrío con el que el Señor nos hizo las criaturas más dignas. 

La carencia, decía Montaigne, hace pensar, estimula. La sobreabundancia, en cambio, anestesia, mutila, abotarga. Así andamos todos, como autómatas, poseídos y dominados por un cargamento de fruslerías, pasiones, confusión, encadenados a una inercia que  nos impide ver que todo ese esfuerzo es para el polvo y para el viento. Verlo es ya empezar a liberarse y recibir autoridad de lo alto para abrirnos a la fuerza, el poder, la sabiduría del Señor. Nuestra autoridad es ser fieles a la única autoridad legítima, la de Jesús, que nos libra de esclavitudes. Con Él pasamos del latido muerto y diabólico del mundo, al latido del Verbo, que une y revitaliza. Vivamos unidos a Cristo, tan cerca de él, tan fundidos en él, que un día así vivido valga por una eternidad.

                                               En Tu Nombre (Me levantaré), Son by four


Si hay algún aspecto del Nuevo Testamento en el que se pueda decir que Jesús se presenta como una persona eminentemente práctica, es precisamente como exorcista. No hay nada manso y humilde, no hay nada ni siquiera místico –en el sentido que ordinariamente utilizamos este término– en el tono de voz que dice: “Queda en paz y sal de él.” Es mucho más parecido al tono de un domador de leones o de un resuelto doctor tratando con un maniaco homicida.               

                                                                                                                    Chesterton

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