Evangelio de Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
He venido a prender fuego a la tierra, y ¡cuánto desearía que ya
estuviera ardiendo!
Lucas 12, 49
El Espíritu del Señor llena la tierra y, como da consistencia al universo, no ignora ningún sonido.
Sabiduría
1, 7
Ahora
comprendo el verdadero sentido de la palabra inspiración. Consiste en dejar que
el Espíritu te inspire, te respire, te haga suyo para transformarte y poder
hacer en ti. Porque como vemos en viaamoris.blogspot.com no se trata de hacer, sino de ser hecho. No hacer, sino
dejarse hacer, dejar que el Espíritu que mora en nosotros actúe, transforme, lo
haga todo nuevo. Así, la única acción necesaria sería soltar, desnudarse,
renunciar a todo lo que obstaculiza esa Obra en nosotros; derribar los muros
que nos separan de nuestro Ser. Es elegir la mejor parte: entregarse a la
gracia de la acción de Dios en nuestros corazones.
Vivamos ya
conforme a lo que estamos experimentando y lo que nos está siendo dado
comprender. Que la vida va en serio, y la muerte también. Mucho más en serio de
lo que podía suponer y lamentar Jaime Gil de Biedma en su poema. Va en serio
sobre todo para aquellos que hemos recibido el don de ver y comprender que esto
no es más que una obra de teatro y que la Vida verdadera a la que estamos
llamados trasciende lo que hasta hace poco nos parecía tan importante.
Que solo el
amor es valioso. Que todo lo que nos ha inquietado y a veces quitado el sueño
es humo, vanidad, ilusión de la ilusión.
Llenémonos de
Espíritu Santo para que la divinidad pueda expresarse a través de cada uno. Que
impregne el cuerpo, los actos, los pensamientos y sentimientos. Que no quede
ningún resquicio de vida ajeno a este caudal de luz.
Se
acabó seguir cargando con lastre. Se acabó seguir remendando paños viejos con
paños nuevos o echando vino nuevo en odres viejos. Ya no somos los mismos desde
que el Espíritu de la Verdad está haciendo morada en nosotros. Y se acabó sobre todo
seguir luchando contra nada o contra nadie, porque la lucha es siempre contra
uno mismo y ahora estamos en paz con el mundo, con los hombres y también con nuestras entrañas, viejo anhelo de Antonio Machado. Porque Jesucristo
hoy, y siempre es hoy, nos trae la paz, Su paz, que no solo es ausencia de conflicto, sino, sobre todo, amor y perdón, unidad y camino de regreso.
Trabajemos
ahora que aún hay luz para recibir esta Paz que no es del mundo y poder hacer
nuestras las palabras del Patriarca Atenágoras:
Hay que hacer la guerra más dura
contra sí mismo, hay que lograr desarmarse.
Yo hice esa guerra durante años y fue muy terrible,
pero ahora ya estoy desarmado.
Ya no tengo miedo de nada.
Estoy desarmado de la voluntad de tener razón,
de justificarme descalificando a los otros.
Ya no estoy a la defensiva,
celosamente crispado sobre mis riquezas.
Acojo y comparto,
no me aferro especialmente a mis ideas, a mis proyectos.
Si me presentan mejores, o, más bien,
no mejores sino simplemente buenos,
los acepto sin pesares.
Ya renuncié a comparar;
lo que es bueno, verdadero, real,
es siempre para mí lo mejor.
Por eso ya no tengo más miedo.
Si uno se desarma, si uno se despoja,
si uno se abre al Dios–hombre,
que hace todas las cosas nuevas,
entonces Él borra el pasado malo
y nos devuelve un tiempo nuevo donde todo es posible.
contra sí mismo, hay que lograr desarmarse.
Yo hice esa guerra durante años y fue muy terrible,
pero ahora ya estoy desarmado.
Ya no tengo miedo de nada.
Estoy desarmado de la voluntad de tener razón,
de justificarme descalificando a los otros.
Ya no estoy a la defensiva,
celosamente crispado sobre mis riquezas.
Acojo y comparto,
no me aferro especialmente a mis ideas, a mis proyectos.
Si me presentan mejores, o, más bien,
no mejores sino simplemente buenos,
los acepto sin pesares.
Ya renuncié a comparar;
lo que es bueno, verdadero, real,
es siempre para mí lo mejor.
Por eso ya no tengo más miedo.
Si uno se desarma, si uno se despoja,
si uno se abre al Dios–hombre,
que hace todas las cosas nuevas,
entonces Él borra el pasado malo
y nos devuelve un tiempo nuevo donde todo es posible.
Gloria in excelsis Deo et in terra pax, J. S. Bach
La historia es constantemente nueva porque el
Espíritu que actúa en ella es constantemente nuevo. Ese espíritu que trabaja
constantemente en el mundo es la gracia, ese “suplemento de alma” insuflado sin
cesar por Dios en el mundo. Vivir bajo el influjo del espíritu es vivir en
“estado de gracia”, en esa juventud de alma y ese espíritu infantil que es
participación en la infancia eterna de Dios. Niño es aquel que todo lo cree,
que todo lo espera, que sueña con lo imposible, que vive en un universo de
leyendas y utopía, persuadido de que todo ello es verdad; y tiene razón. ‘Yo os
aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de
los Cielos’ (Mt 18,3).
Henri
Boulad
El tronco corrompido por el pecado que soy yo
recibirá por el Nombre de Jesús savia y vigor; por Él, reverdecerá mi humanidad
y dará frutos a la gloria de Dios. El espíritu de mi voluntad, que ahora está
en la humanidad de Cristo, y que vive por su Espíritu, dará por Su virtud savia
a la rama desecada, para que el último día, a la invocación de las trompetas
celestes que son la voz de Cristo y la mía propia en Él, resucite y reverdezca
en el Paraíso.
Jacob
Boëhme
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