Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










viernes, 16 de junio de 2023

Sagrado Corazón de Jesús


Evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Jesucristo, Hoffmann

Recupero el post que el año pasado subí al blog hermano, porque la opresión y pérdida de libertades a las que condujo la Plandemia del Covid, la ceguera y el borreguismo siguen alienando al ser humano, que está llamado a ser imagen fiel de Jesucristo, pero se está convirtiendo en una caricatura privada de criterio y, lo que es más grave, de corazón. 

Hoy, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, miramos ese Corazón traspasado por amor, como verdadera vacuna contra el virus de la mentira, el egoísmo, el olvido de Dios. En Él está la fuente de la Vida y del Amor-dolor-Amor, que es la única forma de amar para el discípulo de Cristo.

En estos tiempos de pandemia, confinamiento, pérdida de las libertades individuales, estamos asistiendo con perplejidad e inquietud a lo que algunos nos venían anunciando con lucidez desde hace tiempo. Los dirigentes, y los que están detrás de ellos, a la sombra, manejándolos como títeres, pretenden imponer una forma de vida, una “nueva normalidad” que recuerda sospechosamente a la distopía narrada por Aldous Huxley en “Un mundo feliz”.

Huxley describió una sumisión general, previa a la pérdida de libertades. Las masas serían controladas con un lavado de cerebro discreto y paulatino, que convertiría a los seres humanos en una especie de zombies que, en lugar de verse como esclavos, se dedicarían a disfrutar, preocuparse por lo inmediato, lo efímero, lo insignificante. Aclamarían a todos aquellos que no pusieran en cuestión esta sociedad de aparente bienestar. En lugar de verse manipulados y lobotomizados, se sentirían importantes, satisfechos, libres. ¿Aplaudirían cada tarde a las ocho con ese “palmas, palmitas...”, como dice Sánchez Dragó, cada vez más mecánico y virtual?

Ese “mundo feliz” de Huxley consiste en una dictadura sin lágrimas, sin sufrimiento, sin dolor, porque las personas son “anestesiadas” de muchas formas para hacerlas sumisas y manipulables. Pero si quitamos el sufrimiento, quitamos el amor; porque el amor y el dolor van de la mano por Cristo, el eterno inmolado. Es la Pasión eterna, la Cruz que nos lleva a la luz, la alquimia de todas las alquimias que transforma nuestro plomo en oro, es el crisol de los crisoles, el fuego que arde sin consumir. Es el camino del amor, via amoris, que es a la vez via crucis y via lucis

Es el gran hallazgo: que la Cruz, no solo precede a la Gloria, sino que es ya Gloria en sí misma. Como la muerte, no solo precede a la resurrección para los que siguen a Cristo, cada muerte cotidiana a nosotros mismos, es ya una resurrección, una regeneración, una oportunidad de rehacer la propia vida y la de todos.

No queremos una sociedad sin lágrimas, sin dolor, sin sufrimiento purificador y transformador, queremos el Reino del hágase tu voluntad, como en el Cielo, en la tierra, escogemos el Reino de la Divina Voluntad en el mundo y en nuestros corazones, que anhelan ser un único corazón con el Sagrado Corazón de Jesús y con el Inmaculado Corazón de María. Y ese Reino, que será el triunfo de los Sagrados Corazones, se gana por el amor-dolor-amor.

Cuando decimos líbranos del mal no estamos diciendo “líbranos del sufrimiento”. El mal es todo lo que nos desvía del camino que lleva a ese Reino, lo que nos hace vivir la vida como si Dios no existiese. El bien, en cambio, es optar por la única decisión posible: por Cristo, con Él y en Él, con Su amor-dolor-amor, que es el amor misericordioso de Dios, el Sagrado Corazón atravesado por la lanza para devolvernos la Vida. 

Y recordamos que misericordia etimológicamente significa “pasar la miseria por el corazón”. Nuestra miseria ha sido transformada en la Preciosísima Sangre de Cristo, el precio de nuestro “rescate”.

Nos negamos a ser anestesiados, a vivir en una dictadura sin lágrimas ni sufrimiento. Lloramos y sufrimos por amor a Aquel que nos amó primero, nos ama eternamente y nos hace partícipes de Su Misma Vida, fuente de la verdadera felicidad.

El Sagrado Corazón de Jesús está siempre abierto, derramando su Divina Misericordia. Amor nuevo que eleva y transforma, enseña a amar mucho más allá de lo sensible, pero también en lo sensible, porque el Verbo eterno, la Segunda Persona de la Trinidad tiene en Jesús, además de la divina, naturaleza humana.

El Inmaculado Corazón de María www.viaamoris.blogspot.com, humano y ensalzado, humano y divinizado, atravesado por la espada del sufrimiento, como anunció Simeón, nos lleva al Sagrado Corazón de Jesús y Este nos lleva al Padre, la Fuente del Amor que está más allá de las emociones, más allá de los sentimientos. Dios Padre no necesita amor..., no necesita siente..., ES Amor.


                                      Sacred Heart,Ubi Caritas III , Cantatrix 


De Las Horas de la Pasión, de Luisa Piccarreta:

“Vida mía, crucificado Jesús mío, veo que sigues agonizando en la cruz sin que tu amor quede todavía satisfecho para darle cumplimiento a todo. ¡Yo también agonizo contigo! Quiero llamar a todos los ángeles y a los santos: ¡Vengan, vengan todos al monte Calvario a contemplar los excesos y las locuras de amor de un Dios! Besemos sus llagas ensangrentadas, adorémoslas; sostengamos esos miembros lacerados; démosle gracias a Jesús por haberle dado cumplimiento a nuestra redención. Démosle también una mirada a nuestra Madre Santísima traspasada por tantas penas y muertes que siente en su Corazón Inmaculado, tantas cuantas ve que su HijoDios está sufriendo; hasta sus mismos vestidos están cubiertos de sangre, como también por todo el monte Calvario se puede ver la sangre de Jesús. Así que, tomemos todos juntos esta sangre y pidámosle a nuestra dolorosa Madre que se una a nosotros; dividámonos por todo el mundo y ayudemos a todos; socorramos a quienes están en peligro para que no perezcan, a los que han caído para que se levanten de nuevo, a los que están a punto de caer para que no caigan. Démosles esta sangre a tantas pobres almas que están ciegas, para que resplandezca en ellas la luz de la verdad; vayamos a donde se encuentran quienes están combatiendo, seamos para ellos vigilantes centinelas, y si están por caer alcanzados por las balas, recibámoslos en nuestros brazos para confortarlos y si se ven abandonados por todos o están impacientes por su triste suerte, démosles esta sangre, para que se resignen y se mitigue la atrocidad de sus dolores. Y si vemos almas que están a punto de caer en el infierno, démosles esta sangre divina que contiene el precio de su redención, para arrebatárselas a Satanás. Y mientras tendré a Jesús abrazado a mi corazón para defenderlo y reparar por todo, abrazaré a todos a su Corazón, para que todos puedan obtener gracias eficaces de conversión, fortaleza y salvación. ¡Oh Jesús!, tu sangre diluvia de tus manos y de tus pies. Los ángeles haciéndote corona admiran los portentos de tu inmenso amor. Veo a tu Madre al pie de la Cruz traspasada por el dolor, a tu amada Magdalena y al predilecto Juan, y todos como petrificados en un éxtasis de estupor, de amor y de dolor. ¡Oh Jesús!, me uno a ti y me abrazo a tu cruz y hago mías todas las gotas de tu sangre para depositarlas en mi corazón. Y cuando vea irritada a tu divina justicia contra los pecadores, te mostraré esta sangre para aplacarte. Y cuando vea almas obstinadas en la culpa te mostraré esta sangre y en virtud de ella no rechazarás mi plegaria, porque en mis manos tengo la prenda con la que puedo obtenerlo todo. Por eso, ¡oh Jesús!, a nombre de todas las generaciones pasadas, presentes y futuras, junto a tu Madre Santísima y a todos los ángeles, me postro ante ti crucificado Bien mío y te digo: « Te adoramos, ¡oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa cruz has redimido al mundo ».”
                                                        

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