Evangelio según san Marcos 10, 2-16
En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” Él les replicó: “¿Qué os ha mandado Moisés?” Contestaron: “Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.” Jesús les dijo: “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.” Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús los miró con ira y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
La Creación de Eva, Miguel Ángel
En tu naturaleza, Deidad eterna, conoceré la mía.
Y ¿cuál es mi naturaleza, Amor inestimable?
Es fuego, porque tú no eres otra cosa que fuego de amor.
A todas las cosas y criaturas, las hiciste por amor.
Santa Catalina de Siena
Es el mismo Jesús el que habla hoy a los que son como niños. Como niños, por inocentes y con capacidad de asombro, despiertos y disponibles, que no viven como robots que solo escuchan sus propias voces interiores, casi siempre equivocadas, sino que tienen oídos para oír la Voz buena.
La misma Voz que habló al Inicio (En el principio era el Verbo...) y nos sigue hablando, porque quiere quedarse con nosotros hasta el final de los tiempos.
Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, canta San Agustín, y, con él, los que somos conscientes del tiempo que perdimos sin entregarnos del todo a Dios, Creador, Redentor, Santificador nuestro.
Las enseñanzas de la Divina Voluntad que Jesús dictó a Luisa Piccarreta son la mejor manera de recuperar el tiempo perdido. Espero que el vídeo que pongo abajo y las referencias que voy dando por aquí sirvan para dar a conocer este tesoro tan valioso, el conocimiento de nuestra misión en el Plan de Dios y cómo realizarlo.
Las enseñanzas de la Divina Voluntad que Jesús dictó a Luisa Piccarreta son la mejor manera de recuperar el tiempo perdido. Espero que el vídeo que pongo abajo y las referencias que voy dando por aquí sirvan para dar a conocer este tesoro tan valioso, el conocimiento de nuestra misión en el Plan de Dios y cómo realizarlo.
Volvamos al Edén cada mañana, salgamos de la inercia que nos hace vivir con el piloto automático, recuperemos la inocencia y la belleza originales, para mantenernos unidos a la Fuente de la Vida y del Amor verdaderos. www.viaamoris.blogspot.com
Diálogos Divinos 39, El Sacramento del Matrimonio
Benedicto XVI
En la unidad de la persona divina del Hijo, la voluntad humana encuentra su realización plena en el abandono total del yo en el tú del Padre, al que llama Abbá. San Máximo el Confesor afirma que desde el momento de la creación del hombre y de la mujer, la voluntad humana está orientada a la voluntad divina, y la voluntad humana es plenamente libre y encuentra su realización precisamente en el «sí» a Dios. Por desgracia, a causa del pecado, este «sí» a Dios se ha transformado en oposición: Adán y Eva pensaron que el «no» a Dios sería la cumbre de la libertad, el ser plenamente uno mismo. Jesús, en el monte de los Olivos, reconduce la voluntad humana al «sí» pleno a Dios; en él la voluntad natural está plenamente integrada en la orientación que le da la Persona divina. Jesús vive su existencia según el centro de su Persona: su ser Hijo de Dios. Su voluntad humana es atraída por el yo del Hijo, que se abandona totalmente al Padre. De este modo, Jesús nos dice que el ser humano sólo alcanza su verdadera altura, sólo llega a ser «divino» conformando su propia voluntad a la voluntad divina; sólo saliendo de sí, sólo en el «sí» a Dios, se realiza el deseo de Adán, de todos nosotros, el deseo de ser completamente libres. Es lo que realiza Jesús en Getsemaní: conformando la voluntad humana a la voluntad divina nace el hombre auténtico, y nosotros somos redimidos.
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