Evangelio según san Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que al asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido de mi Padre.
El Buen Pastor, Catacumbas de Priscila |
En aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y ancianos: porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.”
El Buen Pastor, Murillo |
La muerte no es el momento más importante y trascendental para la vida de un cristiano, como afirman muchos creyentes. El momento decisivo es aquel en que nos hemos abierto a Jesucristo y hemos puesto nuestra vida en Sus manos para con su ayuda, solos no podemos, poder llegar a ser auténticos discípulos, testigos de su Mensaje, apóstoles Suyos.
Para el que escoge a Cristo como Camino, Verdad y Vida, Él es la piedra angular. Creer en Él nos da la vida eterna, porque el Verbo se hizo carne, se hizo debilidad para ser uno de nosotros y poder elevarnos con Él. Dios se abaja para elevarnos, por amor. Ya no somos solo carne, destino mortal, porque Él ha glorificado la carne, ha hecho del ser humano algo más que el cuerpo frágil y el alma adormecida, consecuencia de la caída. Él nos ha elevado y transformado, devolviéndonos la dignidad de los Hijos de Dios.
Desde entonces es fácil aceptar la
multiplicidad, como una cara de la única moneda. Si, como dice Frithjof Schuon,
la venida de Cristo es el Absoluto hecho relatividad a fin de que lo relativo
se haga Absoluto, bendita relatividad, bendita multiplicidad, contemplada desde
la esencia integral y unificada que nuestra condición restaurada de Hijos nos
otorga.
Porque seguir al Buen Pastor, reconocer con Pedro que bajo el cielo no
se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos, nos permite
recuperar la inocencia primordial, esa dimensión sin espacio ni coordenadas en
la que todas las cosas y todos los seres son recreados en la Unidad, en un
presente eterno, un único latido que trasciende las formas y los nombres ante
el único Nombre, que siempre está viniendo.
Dichoso el que crea sin haber visto, es, como estamos recordando estos días de Pascua, la bienaventuranza de los hombres de hoy. Y, si nos fijamos bien, en ella están contenidas todas las demás. Si creemos de verdad, sin necesidad de apoyos sensibles, no con la mera “creencia” conformista, interesada o rutinaria de la mente, sino con la voluntad que nace de un corazón generoso, nos sentiremos siempre unidos a Jesucristo, y esa conciencia luminosa y transformadora nos llevará de regreso a Casa, porque Él nos dará la gracia necesaria para seguir amando hasta el final. Y el amor es mucho más que la fe, más que las obras y más que la fe con obras.
Domingo del Buen Pastor y Jornada de Oración por las Vocaciones, es lo que celebramos www.viaamoris.blogspot.com. Nuestra vocación de bautizados es ser de los Suyos, de los que nadie puede arrebatar de Su mano.
San
Gregorio Magno habla así de Jesucristo como el Buen Pastor:
"Yo
soy el buen Pastor, que conozco a mis ovejas, es decir, que las amo, y las mías
me conocen. Habla, pues, como si quisiera dar a entender a las claras: «Los que
me aman vienen tras de mí». Pues el que no ama la verdad es que no la ha
conocido todavía.
Acabáis de escuchar,
queridos hermanos, el riesgo que corren los pastores; calibrad también, en las
palabras del Señor, el que corréis también vosotros. Mirad si sois, en verdad,
sus ovejas, si le conocéis, si habéis alcanzado la luz de su verdad. Si le
conocéis, digo, no sólo por la fe, sino también por el amor; no sólo por la
credulidad, sino también por las obras. Porque el mismo Juan Evangelista, que
nos dice lo que acabamos de oír, añade también: Quien dice: «Yo le conozco», y
no guarda sus mandamientos, es un mentiroso.
Por ello dice también el
Señor en el texto que comentamos: Igual que el Padre me conoce, y yo conozco al
Padre, yo doy mi vida por las ovejas. Como si dijera claramente: «La prueba de
que conozco al Padre y el Padre me conoce a mí está en que entrego mi vida por
mis ovejas; es decir: en la caridad con que muero por mis ovejas, pongo de manifiesto
mi amor por el Padre».
Y de nuevo vuelve a
referirse a sus ovejas, diciendo: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco,
y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Y un poco antes había dicho:
Quien entre por mí se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. O
sea, tendrá acceso a la fe, y pasará luego de la fe a la visión, de la
credulidad a la contemplación, y encontrará pastos en el eterno descanso.
Sus ovejas encuentran
pastos, porque quienquiera que siga al Señor con corazón sencillo se nutrirá
con un alimento de eterno verdor. ¿Cuáles son, en efecto, los pastos de estas
ovejas, sino los gozos eternos de un paraíso inmarchitable? Los pastos de los
elegidos son la visión del rostro de Dios, con cuya plena contemplación la mente
se sacia eternamente.
Busquemos estos pastos,
en los que podremos disfrutar en compañía de tan gran asamblea de santos. El
mismo aire festivo de los que ya se alegran allí nos invita. Levantemos, por
tanto, nuestros ánimos, hermanos; vuelva a enfervorizarse nuestra fe, ardan
nuestros anhelos por las cosas del cielo, porque amar de esta forma ya es
ponerse en camino.
Que ninguna prosperidad,
por sugestiva que sea, nos seduzca, pues no deja de ser estúpido el caminante
que, ante el espectáculo de una campiña atractiva en medio de su viaje, se
olvida de la meta a la que se dirigía."
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