Evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó
Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido
estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí,
Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie
conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel
a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados
y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es
llevadero y mi carga ligera.»
El Buen Pastor, José García Hidalgo |
Purificad vuestra alma,
rendidla para poder entender la llamada del Señor que os repite: ¡Ven y
sígueme! Es la voz que guía a quien tiene el corazón puro; en cambio, la gracia
de Dios resbala en un alma repleta y desgarrada por una multitud de posesiones.
San Clemente de Alejandría
El Señor se revela a los
pequeños y sencillos que pueden reconocer, mucho más que los “sabios” del mundo,
que no sabemos ni podemos nada por nosotros mismos. Pero unidos a Él, somos
capaces de todo, nada nos parece imposible. Lo esencial es volver la mirada y
el corazón hacia Cristo, cada día, cada instante; atentos a Su obra en nuestros corazones. www.viaamoris.blogspot.com
Frente al conocimiento
dualista, diabólico, que lleva a la entropía, nosotros acogemos el Conocimiento
que unifica. El Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal es elegir con la
soberbia del “seréis como dioses”. Nosotros abrazamos el Árbol de la Vida, la
Cruz de Cristo, la única opción que integra, redime, reúne todo y lo ofrece. Ese
es Su yugo, llevadero en Él, y Su carga, ligera con Él.
El conocimiento diabólico
que la serpiente inoculó en Eva es germen de separación y dis-yuntivas. Crea
dilemas y conflictos. El conocimiento divino une, es yunta/yugo ligero, impulsa a amar y a servir, no busca la gloria personal, sino la de Dios. Non nobis, Domine..., no a nosotros, sino
al Señor, la gloria… El lema de los de Jesucristo, fin de los dilemas. Al Señor la gloria, viviendo en Él, por Él, con Él.
El pequeño y sencillo
reconoce cuál es el Bien verdadero y cuál el simulacro; sabe calcular sus años,
tan pocos siempre, aun en los muy longevos, un latido, un bostezo apenas, un
parpadeo en la eternidad; y sabe que dejar todo lo que se tiene o se cree tener
es dejar lo poco, lo casi nada. ¿De qué valen los tesoros de lo poquísimo, de
lo casi nada? Pura apariencia, pura calderilla.
Para dejarlo todo no hace
falta ser muy valiente, sino ser sabio, con la Sabiduría de Dios. Renunciar a
la escoria y las baratijas, para dedicar esfuerzo y vida a lo eterno.
Deja que los sabios y
entendidos del mundo se ocupen de salir bien en la foto que el tiempo destruirá
y se estrechen las manos falsas y advenedizas que pronto serán solo hueso y
luego polvo y luego nada. Que luzcan ellos sus atuendos de soberbia y vanidad,
de lujo vergonzoso y ostentación. Que se coloquen bien para el retrato de los
nuevos Dorian Gray.
Tú preocúpate del único
retrato que perdurará, el que Dios está haciendo de cada uno, fundiendo
fotogramas, instantes, miradas, decisiones, acrisolando el oro de la entrega
sincera a Su Voluntad, que es Amor infinito. Preocúpate del vestido necesario
para entrar en el banquete eterno, esa túnica blanca que Jesús ganó para ti y
solo has de aceptarla y ponértela. Pero para podértela poner has de haberte
desnudado antes de todo los demás, lo que el mundo valora y son solo harapos.
Porque su yugo es suave y
su carga ligera, decidimos abandonar definitivamente la esclavitud del pecado y
de la voluntad humana para vivir en la dulce esclavitud de Dios, que libera, transforma,
ensalza, hace en el alma verdaderas maravillas. Y solo nos queda seguir trabajando para
extender este Reino que hemos acogido, para que todos comprendan y compartan el
“lo quiero todo” de Santa Teresita, modelo de los pequeños y sencillos.
227. Diálogos Divinos. La necesidad de la nada en la Divina Voluntad
¿Qué
no valdrá entonces, habiendo entrado en la tierra y la tierra en uno, habiendo
sido poseído por la tierra, liberarse de su yugo amargo, pesado de fango
oscuro, macilento del polvo de siglos, dejar atrás para siempre su condena y
recuperar la inocencia primordial.
Es
posible, para quien se deja guiar por Aquel cuyo yugo es llevadero y su carga
ligera (Mt, 11, 30). Es posible, de Su mano, regresar a la fuente de la
transparencia y la libertad.
La
tierra de esclavitud es una matriz para aquel que se verticaliza y una tumba
para el que se enamora de ella.
¡Y
Egipto ensalzará sus tumbas! Mas se hará matriz para los hebreos.
Uno
comprende entonces que Egipto en el lenguaje bíblico, simbolice el mundo
llamado “de la Caída”. E Israel, el de la realización, fuera del
condicionamiento de la caída, al darle acceso a la “tierra prometida”, tierra
interior; de la que Jerusalén es la gemela en el exterior.
Annick
de Souzenelle
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