Evangelio según San Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente
acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: “Si alguno se viene conmigo y no
pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y
a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no
lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de
vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los
gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no
puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este
hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”. ¿O qué rey, si va a
dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil
hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el
otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo
vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.”
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Charles de Foucauld |
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desnudo a Cristo desnudo.
San
Jerónimo
Charles
de Foucauld, uno de los más fieles seguidores de Cristo. Con su vida y su obra nos muestra que ser discípulo
supone, además de escuchar la Palabra e imitar a Jesús, estar dispuesto a renunciar de tal modo
a la personalidad, gustos, aversiones, proyectos, anhelos del hombre viejo (Rm 6,
6-8), que acabas configurándote con el Maestro, hasta el punto de poder decir con
San Pablo: “vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gál
2, 20).
No se trata de una simple asimilación de la enseñanza de Jesús; asumir e integrar Su mensaje implica reconstruirnos, recrearnos por Él, para ser en Él y Él en nosotros. viaamoris.blogspot.com
No se trata de una simple asimilación de la enseñanza de Jesús; asumir e integrar Su mensaje implica reconstruirnos, recrearnos por Él, para ser en Él y Él en nosotros. viaamoris.blogspot.com
La meta es unirnos de tal modo a Cristo que Su vida sea la nuestra y nuestra pobre vida mortal quede clavada en Su cruz, integrada en Su Vida. Ento nces
la pérdida se transforma en una ganancia inimaginable; la negación de sí, en un
hallazgo del verdadero Sí mismo; toda renuncia, en el Encuentro decisivo; la muerte del ego,
en la Vida verdadera.
El
amor personal es un tesoro, verdadero don de Dios, pero es infinitamente más valioso si
se subordina al amor universal. Es preciso abrirse a la Verdad para que
el amor se vaya purificando, desnudando, liberando de lastre y ataduras hasta ser
puro Amor, incondicionado, infinito y eterno.
Entonces ya no amas a tu padre solo porque es “tu” padre –eso sería un mero querer, aferrar, apropiarse–, sino que amas a tu padre (o a tu madre o a tu amigo) por sí mismo, en ese Sí mismo que comparte con todos los padres, madres, amigos, con todos los hombres y mujeres, muchos y Uno, manifestaciones del Ser Único de Dios.
Entonces ya no amas a tu padre solo porque es “tu” padre –eso sería un mero querer, aferrar, apropiarse–, sino que amas a tu padre (o a tu madre o a tu amigo) por sí mismo, en ese Sí mismo que comparte con todos los padres, madres, amigos, con todos los hombres y mujeres, muchos y Uno, manifestaciones del Ser Único de Dios.
La
multiplicidad, sublimada e integrada en la Unidad; la dualidad, transfigurada y ascendida
a la no-dualidad. A eso hemos venido, a elevar con Él y por Él lo contingente, a
trascender y eternizar lo perecedero, a unificarlo todo en Él.
Cuando comprendes el sentido de tu existencia, lo aceptas y te pones manos a la obra con los ojos y el corazón fijos en Aquel que nos da el sentido y la misión, empiezas a reflejar en tu rostro la luz y los rasgos
de Jesucristo, porque ya no eres un ego separado, que se afana, se defiende y acapara, sino
Cristo, vida nuestra (Col 3, 4).
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