Evangelio según san Lucas 12,13-21
En aquel tiempo, dijo uno de entre
la gente a Jesús: «Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande
sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso una parábola: «Las
tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar
cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se
dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes,
y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo:
alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe,
banquetea alegremente”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar
el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Así es el que atesora para SÍ
y no es rico ante Dios».
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Parábola del rico necio, David Teniers
Si Jesús nos llama: “¡Levantaos, vayámonos de aquí!”, ¿quién será tan necio para consentir quedarse con los muertos en el sepulcro y permanecer entre los enterrados? Cada vez, pues, que el mundo quiera retenerte, acuérdate de la palabra de Cristo: “¡Levantaos, vayámonos de aquí!”.
Filomeno de Mabboug
Hermano Rafael, Escritos Selectos, CD 2
Necio: esta noche te van a reclamar el alma. Recuérdalo cada día. No vivas creyéndote eterno y dando importancia a lo transitorio, sino
sabiendo que esto es una mala noche en una mala posada. viaamoris.blogspot.com
Ayer estuve en una Hora
Santa. Cuando adoro al Santísimo, busco a Jesús de Nazaret en Él y sé que ahí
está, y el Verbo increado, y el Sol de justicia, y el Señor de la Parusía. Todo en Él. Es la joya, el tesoro de nuestra vida y del universo.
Que otros se pongan joyas; yo me pongo en la Joya, con toda mi miseria, que Él
transforma en oro. Que otros se intenten poner guapos o jóvenes, cuando Cronos se muestra despiadado; yo me pongo en la Belleza y la fuente de la verdadera juventud. Ya
no me quiero poner nada; me pongo en Él. Que otros se enriquezcan y acumulen; yo escojo la Abundancia infinita que nos quiere dar el dueño de Todo.
La actitud del rico
insensato que debemos reconocer en cada uno, para desterrarla de nuestro corazón, no consiste solo en acumular riqueza y bienes materiales, sino, sobre todo, en acumular posibilidades aquí, en la representación del mundo que pasa, planes y proyectos que diseñamos con nuestra voluntad humana,
contaminada de soberbia. Escojamos la única posibilidad: la vida en Cristo,
Camino, Verdad y Vida. Entonces tendremos Todo, y podremos descansar en el gozo
del Señor, mientras seguimos en esta vida terrena y en la eterna.
Dentro de muy poco viene el
juicio particular de cada uno. Nos jugamos el alma y el grado de verdad, bondad, belleza y
dicha que tendremos, porque hay muchas moradas. Vivamos ya para ese juicio, pero no
solo como el gran negocio, como decía san Ignacio de Loyola, sino como una respuesta al amor, y como el mejor modo
de amar a los que nos han sido confiados. Porque la única herencia que importa es la
heredad eterna.
Gánala para los tuyos
con la gracia de Dios y para Su gloria. Vive ya para la Vida. El dueño de Todo
quiere compartirlo contigo, pero, a cambio, pide tu corazón. Solo quiere que
cumplas el mandamiento del amor y se cumple amando, pero, primero,
escuchando. Ese es tu legado: escuchar para que escuchen. Cristo en ti y tú en
Cristo, manifestándolo cada día, aunque los necios no lo vean.
Que cuando llegue la
hora, no escuches: “Necio, ¿para quién será?”, sino: “Hoy estarás conmigo en el
paraíso.” Vive de tal modo que no lamentes haber perdido el tiempo que te
dieron para amar porque hayas logrado que todo en ti y en tu entorno sea amor.
Buscad los bienes de arriba.
"Si a un hombre le concede Dios bienes y
riquezas y capacidad de comer de ellas, de llevarse su porción y disfrutar de
sus trabajos, eso sí que es don de Dios. No pensará mucho en los años de su
vida si Dios le concede alegría interior. Lo que se afirma aquí es que, en
comparación de aquel que come de sus riquezas en la oscuridad de sus muchos
cuidados y reúne con enorme cansancio bienes perecederos, es mejor la condición
del que disfruta dé lo presente. Éste, en efecto, disfruta de un placer, aunque
pequeño; aquél, en cambio, sólo experimenta grandes preocupaciones. Y explica
el motivo por qué es un don de Dios el poder disfrutar de las riquezas: No
pensará mucho en los años de su vida. Dios, en efecto, hace que se distraiga con
alegría de corazón: no estará triste, sus pensamientos no lo molestarán,
absorto como está por la alegría y el goce presente. Pero es mejor entender
esto, según el Apóstol, de la comida y bebida espirituales que nos da Dios, y
reconocer la bondad de todo aquel esfuerzo, porque se necesita gran trabajo y
esfuerzo para llegar a la contemplación de los bienes verdaderos. Y ésta es la
suerte que nos pertenece: alegrarnos de nuestros esfuerzos y fatigas. Lo cual,
aunque es bueno, sin embargo no es aún la bondad total, hasta que aparezca
Cristo, vida nuestra. Toda la fatiga del hombre es, para la
boca, y el estómago no se llena. ¿Qué ventaja le saca el sabio al necio, o at
pobre el que sabe manejarse en la vida? Todo aquello por lo cual se fatigan los
hombres en este mundo se consume con la boca y, una vez triturado por los
dientes, pasa al vientre para ser digerido. Y el pequeño placer que causa a
nuestro paladar dura tan sólo el momento en que pasa por nuestra garganta. Y, después de todo esto, nunca se sacia el
alma del que come: ya porque vuelve a desear lo que ha comido (y tanto el sabio
como el necio no pueden vivir sin comer, y el pobre sólo se preocupa de cómo
podrá sustentar su débil organismo para no morir de inanición), ya porque el
alma ningún provecho saca de este alimento corporal, y la comida es igualmente
necesaria para el sabio que para el necio, y allí se encamina el pobre donde
adivina que hallará recursos. Es preferible entender estas afirmaciones
como referidas al hombre eclesiástico, el cual, instruido en las Escrituras
santas, se fatiga para la boca, y el estómago no se llena, porque siempre desea
aprender más. Y en esto sí que el, sabio aventaja al necio; porque, sintiéndose
pobre (aquel pobre que es proclamado dichoso en el Evangelio), trata de
comprender aquello que pertenece a la vida, anda por el camino angosto y
estrecho que lleva a la vida, es pobre en obras malas y sabe dónde habita
Cristo, que es la vida.”
San Jerónimo
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