Evangelio según san Juan 13, 31-33a.34-35
Cuando salió Judas
del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es
glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en
sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Os
doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos
también unos a otros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos
míos será que os amáis unos a otros.
La última cena, Rubens
El amor no se enseña.
San Basilio Magno
Amo porque amo. Amo
para amar.
San
Bernardo
El
Mandamiento del Amor te lleva
a la Verdad, te sitúa en el mismo nivel del Amado y te concede su capacidad de
hacer posible lo imposible, de crear y recrear, de hacer, con Él y en Él,
nuevas todas las cosas (Ap 21, 5), porque ya has sido regenerado por la Palabra
que vibra en ti, resuena en ti, se pronuncia en ti y te atrae hacia Sí.
Lo
esencial es volver la mirada hacia Cristo, cada día, cada momento; porque su
acción salvadora es incesante, y así han de ser nuestra atención, nuestra gratitud
y nuestro reconocimiento, inagotables; pues la nueva creación se realiza desde
aquel Sacrificio único, una y otra vez hacia el infinito.
Nunca tan perdidos en el
mundo, nunca tan encontrados en el Reino, por Aquel que guía y conforta. Solo
Él puede hablar con verdadera autoridad de la alegría del Amor, porque, para alcanzar esa alegría, atravesó el sufrimiento infinito
por amor, en Su Sacrificio supremo.
Para nosotros, pobres siervos, alcanzar la
alegría del amor pasa por seguirle y aprender a amar como Él nos ha amado,
hasta el extremo, sin condiciones. Con Él logramos, además, como vemos en www.viaamoris.blogspot.com ,
eso tan difícil para este mundo de justificaciones, ambigüedades y matices:
decir sí cuando es sí y no cuando es no
(Mt 5, 37). Hay tanta palabrería vana, tanta dispersión dialéctica alrededor y
dentro, que a veces parece incluso hacernos olvidar hacia dónde caminamos. Lo
peligroso es cuando lo olvidan los que deberían
guiarnos, o mejor, limitarse a indicar a Quién hemos de seguir.
Jesús, el nuevo Moisés, nos
presenta un nuevo nivel de mandamientos y un nuevo nivel de cumplimiento,
porque Él hace nuevas todas las cosas. Nada de medias tintas, perfección, pero no como la del mundo, sino como la del Reino,
basada en la coherencia, la intención y la pureza de corazón.
Porque es en el corazón donde nace todo: lo bueno, lo malo, lo que mancha, lo
que limpia... Se acabaron las mediocridades y la hipocresía; la religión del
amor no es menos exigente, es impecable, como Aquel que la
inicia.
De ahí lo de no saltarse ni
una letra ni una tilde. Se nos pide un cumplimiento total, pero no en la
forma, vacía tantas veces de contenido, sino en el fondo, donde brota la fuente
del amor. Por eso ya no son necesarias las justificaciones, y nos basta decir
sí o no. Todo lo demás viene del maligno, del
mentiroso, del separador…
El
Verbo se encarnó por nosotros, pero ya antes era y, después de subir al Padre,
siguió siendo. Somos llamados a esa vida de plenitud, pero si nos conformamos
con lo inmediato y efímero, aunque sea bueno, si nos justificamos en lo mediocre,
si no nos atrevemos a ir más allá, siguiendo Sus huellas, no llegaremos a lo
más sutil, lo sublime, el Amor absoluto.
Caminos de la luz en la Divina Voluntad
"Este es el amor que
nos renueva, y nos hace ser hombres nuevos, herederos del nuevo Testamento,
intérpretes de un cántico nuevo. Este amor, hermanos queridos, renovó ya a los
antiguos justos, a los patriarcas y a los profetas, y luego a los
bienaventurados apóstoles; ahora renueva a los gentiles, y hace de todo el
género humano, extendido por el universo entero, un único pueblo nuevo, el
cuerpo de la nueva esposa del Hijo de Dios, de la que se dice en el Cantar de
los cantares: ¿Quién es esa que sube del desierto vestida de blanco? Sí,
vestida de blanco, porque ha sido renovada; ¿y qué es lo que la ha renovado
sino el mandamiento nuevo?
Porque, en la
Iglesia, los miembros se preocupan unos de otros; y si padece uno de ellos, se
compadecen todos los demás, y si uno de ellos se ve glorificado, todos los
otros se congratulan. La Iglesia, en verdad, escucha y guarda estas palabras: Os
doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. No como se aman
quienes viven en la corrupción de la carne, ni como se aman los hombres
simplemente porque son hombres; sino como se quieren todos los que se tienen
por dioses e hijos del Altísimo, y llegan a ser hermanos de su único Hijo, amándose
unos a otros con aquel mismo amor con que él los amó, para conducirlos a todos
a aquel fin que les satisfaga, donde su anhelo de bienes encuentre su saciedad.
Porque no quedará ningún anhelo por saciar cuando Dios lo sea todo en todos.
Este amor nos lo
otorga el mismo que dijo: Como yo os he amado, amaos también entre
vosotros. Pues para esto nos amó precisamente, para que nos amemos los
unos a los otros; y con su amor hizo posible que nos ligáramos estrechamente, y
como miembros unidos por tan dulce vínculo, formemos el cuerpo de tan
espléndida cabeza."
San Agustín
(del Tratado El mandamiento nuevo)
¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal,
que tienen las tinieblas por luz y a la luz por tinieblas,
que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!
Isaías
5, 20
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