Un
post que colgué en www.viaamoris.blogspot.com hace tiempo y me ha parecido oportuno, para enlazar con la reflexión que hacemos sobre el Evangelio de hoy en el blog hermano.
Escena de El filo de la navaja (1946), de Edmund Goulding
¡Qué estrecha es la puerta y que angosto el camino
que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.
Mateo 7, 14-16
Como el agudo filo de una navaja es el sendero.
¡Estrecho es, y difícil de seguir!
Katha Upanishad
Los héroes se convierten en budas con un solo pensamiento, pero a los perezosos se les entrega las tres colecciones de los libros sagrados para que los estudien.
Sutra Vimalakirti
El camino del cristiano lo encontró Aquel que es “el camino” y es una felicidad encontrarlo. El cristiano no se pierde en los rodeos y es salvado felizmente para la gloria.
Soren Kierkegaard
Jesucristo aúna, concilia, integra todas las religiones y tradiciones, incluso para los que no han declarado su adhesión al cristianismo, o ni siquiera han oído hablar de Él, pero, gracias a la pureza de su corazón y la sinceridad de su búsqueda, logran conectar con Aquel que es el Camino, la Verdad, la Vida y se preparan para ser alter Christus. Como el impactante maestro y su discípulo, Larry Darrell, personajes de la novela de Somerset Maugham, que inspiró la película.
Cuántos buscadores de diferentes escuelas y caminos, muchos incluso de los que se creen cristianos, se quedan en el Yo seré de Moisés. Aún no se dan cuenta de que, aceptando a Jesucristo, uniéndose a Él o descubriendo que somos Uno en Él, estarían en el Yo Soy. Porque Él nos perfecciona en Sí, nos purifica y trasciende nuestras limitaciones, nos da el alimento espiritual que precisamos para ir alcanzando la Semejanza.
No hay nada que hacer, ningún sitio al que llegar, ningún bien que merecer. Sólo hay que Ser, vivir lo que somos, aprendiendo a conjurar los condicionamientos, los pensamientos repetitivos e inútiles, las programaciones y falsas creencias.
Jesucristo nos ofrece un camino de evolución interior que integra cuerpo, mente, corazón, alma y espíritu, y nos da la clave que muchos han buscado en vano. Creer en Él, aceptar su amor incondicional y redentor es el verdadero "atajo", la clave decisiva que nos pone en el camino y, cuando queramos darnos cuenta, nos encontraremos a menos distancia de la meta que del inicio. Es Su fuerza, Su impulso, que nos lleva como en volandas.
Dichoso el que crea sin haber visto, es la bienaventuranza de los hombres de hoy. Y, si nos fijamos bien, en ella están contenidas todas las demás. Si creemos de verdad, sin necesidad de apoyos sensibles, no con la mera “creencia” conformista, interesada, rutinaria de la mente, sino con la voluntad que nace de un corazón generoso y audaz, estaremos siempre en presencia de Dios y esa conciencia luminosa y transformadora nos llevará directamente de regreso a Casa, porque nos dará la gracia necesaria para seguir amando hasta el final. Y el amor es mucho más que la fe, más que las obras y más que la fe con obras.
Jesucristo es Camino, Verdad y Vida; lo sé desde que tengo uso de razón. Pero cuánto me ha costado asimilarlo con todo mi ser y empezar a vivirlo, siendo consecuente con mi herencia y mi destino. Todos los trabajos interiores, las prácticas, los aprendizajes, los ritos, se dirigían hacia Él, todo acaba en Él. Por eso, dando la mano a Jesús, mirándole, viviéndole, ...¡siendo Jesús!, lo que necesitaría años de estudio, profundas diatribas filosóficas y teológicas, esfuerzo, trabajo constante, disciplina, se hace accesible a nuestro limitado entendimiento. Pero para vivir a Cristo, para ser Él, es necesario un corazón sencillo, humilde, libre de soberbia y vanidad.
El camino del cristiano es el camino de los héroes, que no se pierden en rodeos, como coinciden en señalar Kierkegaard y el Sutra Vimalakirti. El Padrenuestro, sin ir más lejos, contemplado con esta libertad y limpieza, abarca todas las verdades que muchos pretendidos sabios y también muchos acumuladores de "méritos", no logran siquiera vislumbrar.
Y orar en el silencio interior, con la sencillez de aquel campesino que menciona el cura de Ars (“yo Lo miro, Él me mira, y estamos contentos”), puede borrar abismos de ignorancia. No es devoción sensiblera, pues permite alcanzar las más elevadas cimas de la espiritualidad. Pero sin retórica, sin ruido ni calificativos. Con solo una mirada de amor y confianza, capaz de abarcar un mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario