Evangelio de Lucas 4, 21-30
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la
sinagoga: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Y todos le
expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de
sus labios. Y decían: ¿No es este el hijo de José? Y Jesús les dijo:“Sin duda
me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»; haz también aquí en tu
tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún”. Y añadió: “Os aseguro que
ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había
muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y
seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de
ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de
Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo,
ninguno de ellos fue curado más que Naamán, el sirio”. Al oír esto, todos en la
sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo
hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de
despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
El abandono consiste en librarse de las
propias particularidades personales
con la finalidad de crear en sí el
espacio para la presencia y la acción de Dios.
Edith
Stein
Como
compartí el domingo pasado, sigo pensando, sintiendo, sabiendo que queda poco
tiempo. ¿De vida?, ¿de camino?, ¿de extravío? Poco importa, queda poco tiempo,
ese es el mensaje, y hay que recoger porque se acaba el recreo, o embarcar, que
el barco zarpa o el avión despega.
Hacer
las maletas, soltar lastre, buenas imágenes de este tiempo de gracia… ¿Qué nos
llevamos?, ¿qué descartamos? La segunda lectura de hoy (1Corintios 12, 31-13, 13)
nos da la clave. Solo podemos llevarnos el Amor verdadero, que no es apego ni
posesividad ni sensiblería. Todo lo que tenga que ver con el Amor, ¡a la
maleta! El resto es para el polvo y para
el viento, que decía Machado, el poeta que supo expresar como nadie lo que
es zarpar y lo que es viajar ligero de equipaje, como los hijos de la Mar.
Hijos
de la Mar… ¿Cómo son? Libres, liberados de sí mismos para poder acoger la Voluntad
de Aquel que libera. La maravilla es descubrir que nuestra voluntad coincide,
siempre coincidió, con la Suya. Entonces, qué fácil abrirse paso entre todo lo que nos esclaviza, qué natural abrirse paso y alejarse…
Por
eso, San Gregorio de Nisa decía que el contemplativo que había restablecido en
su alma la imagen de Dios era el verdadero hombre libre. Solo él podía llevar
su dignidad merecidamente como hijo de Dios y rey de la creación divina.
Es
otra manera de expresar ese proceso, gesto o instante de gracia, necesario para
todos: abrirse paso entre la mentira, y alejarse por el camino de la Verdad,
que es Jesucristo. Siguiéndole, no hay pérdida ni distracción y la vida se
transforma en Pascua, paso en pos de Él.
Avanzamos
seguros por el camino esencial que Él traza, libres, desapegados de esas seguridades
que tienen que ver con este mundo de fuegos de artificio. Y nada nos encadenará
ni nos hará perder la paz, o el Norte, que también es Él, porque elegimos, sin
esfuerzo, como fruto de una elección original (del Origen) y por tanto ya
tomada, la única opción, el ojo de aguja, el camino estrecho.
Es la verdadera
autorreferencia, de la que tanto hablan cuando explican el “desdoblamiento de
los tiempos”, según los principios de la física moderna. He aquí lo que no ven
si se quedan en ese nuevo lenguaje científico y pretendidamente aséptico, que
explica lo de siempre, lo eterno, con nuevos hallazgos o con hallazgos que no
se podían expresar con los lenguajes de la ciencia clásica.
O sí lo ven, ya lo van
viendo, porque todos los caminos sinceros desembocan en Cristo. No tardarán en
verlo definitivamente y pronunciar con San Agustín: tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva. Es en Él, verdadero
punto 0.0, donde todo el pasado se transforma en combustible del mejor de los
futuros, el único posible en realidad: regresar a Casa. Todo ya lo dijo Él, lo
mostró Él, por mucho que se empeñen en darle vueltas de tuerca al engranaje
perfecto, atemporal, verdadero Arte objetivo, que es el Evangelio.
Abrirse paso y alejarse.
Tarea de un instante y de toda la vida. Es también el recuerdo de Sí de
Gurdjieff, Ouspensky y sus discípulos, y lo que buscan, algo despistados o
cegados por brillos que les hacen creer que han encontrado “la gran clave”, los
que hacen del mindfulness una nueva
religión. Oyen hablar de Jesucristo y, dejándose llevar por prejuicios y
condicionamientos, menosprecian al que habla, etiquetándole como anticuado,
beato o simplemente religioso, con la carga despectiva que en esta palabra
ponen los que van de progres y relativistas. No ven que Jesús es mucho más que
una religión, porque Lo es Todo. Mindfulness,
atención plena, vivir el instante aquí y ahora… El Evangelio está lleno de llamadas a vivir velando, a la
vigilancia continua, a vivir el momento presente, a despertar de la matrix de
todos los tiempos, que es el mundo, en el que nos abrimos paso para alejarnos hacia
lo Real, donde ya estamos.
Vivamos
en tensión espiritual, acordes con la Palabra, el infinito vertical que conecta
con la Esencia. Eje vertical de la Cruz donde veo el otro eje, el infinito
horizontal, transmutando todo, perfeccionando y completando todo, transfigurando
todo, al interseccionar con el eje vertical. Y sueño con esa Figura que he de trazar también con mi vida, siendo Uno
con Él, elevándome y volviendo a bajar, para iluminar la materia con la Luz que
somos. Y comprendo a un nivel inefable el “tarde te amé”. Y comprendo también el
consejo de Santa Teresa de mirarle sólo a Él, para ponerse
bajo la única influencia, la única referencia, la del Ser, soltando todo lo que
no es.
Comprenderlo
y vivirlo es encarnar en nuestras vidas la imagen que hoy nos transmite el
Evangelio: se abrió paso entre ellos y se alejaba. Abrámonos paso, soltando, trascendiendo, para alejarnos de lo que no somos y Ser en Él.
Entonces cada uno de nosotros será parábola viviente
de este Amor.
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Hijos del Mar y de la Luz
Pasamos la vida aprendiendo a dar;
entre
el sí y el no,
el
mío y el tuyo,
la
constante fricción enciende el fuego
que
ilumina el camino.
Ahora puedes andarlo
ligero
de equipaje,
y
entender al poeta
que
se hizo a la mar casi desnudo,
acaso
libre.
Pasamos
la vida aprendiendo a dar;
aprende ahora a darte
y partirás desnudo,
acaso
libre,
otro
hijo del Mar y de la Luz.
En mi Getsemaní, María José Bravo
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