Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 28 de noviembre de 2015

Adviento

Evangelio de Lucas 21, 25-28.34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del Hombre."



                                          Rorate Coeli, Canto gregoriano para el Adviento


Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.

                                                                               Apocalipsis 3, 20


Durmiendo yo, mi corazón velaba.
Y en esto, la voz de mi amado que llama…

                                                                                    Cantar de los cantares, 5, 2


Entre los primeros cristianos nació una expresión Maranatha, ¡Señor nuestro, ven! traducción al griego de una palabra  aramea. En indicativo, marán athá, el Señor viene. En esta expresión, que la liturgia repite continuamente estos días, se resume el sentido del Adviento.

Comprender y vivir el  Adviento consiste en descubrir que Él viene, que siempre está viniendo. Es darse cuenta de esta realidad, despertar del sueño que nos mantiene en una espera pasiva de que algo externo, a ser posible espectacular y evidente, nos salve.

Ya estamos salvados; llevamos la Salvación escrita en nuestro ADN desde el Misterio del Calvario. Él viene, está a la puerta y llama… La Salvación está ya en ti, en mí. No hay nada que hacer, ningún mérito que conseguir, solo despertar y darse cuenta de esta experiencia de salvación y liberación que ya Es. Emmanuel: Dios con nosotros

                                               MARANATHA                                             
            
            Si logro estar alerta, me descubro:
            soy atención serena y sostenida,
            soy la mirada fiel, soy el aliento
            de una respiración que me respira,
            devolviendo mi esencia al universo.
            Si logro estar alerta, Le descubro:
            es todo para mí,
            soy todo para Él.
            Soy real en el centro de mi ausencia,
            presencia Suya al fin
            y para siempre.
El dueño de la casa siempre está viniendo. Está a la puerta. Pero no le oímos, ni siquiera vemos que hay una puerta. Porque no es una puerta normal, no divide dentro y fuera, interior y exterior; no divide…  Es la puerta del darse cuenta, de estar atento, vigilante, despierto, la puerta de la consciencia que permite a cada uno/todos/Uno volver al Centro, desprenderse de lo falso para reconocerse en el Ser, único, indivisible, real, eterno.

La pereza, el exceso de comodidades el miedo y las falsas creencias nos roban la atención necesaria para mantenernos en el presente, que es  el amor consciente. Son los causantes del parloteo de la mente. Nos roba la capacidad de estar velando, manteniendo la consciencia, despiertos.

En espíritu y en verdad… Si traducimos literalmente del griego: en pneumati kai aletheia: en la respiración (en pneumati, de pneuma, el aliento, rouah en hebreo) y en la vigilancia (a-letheia, sin lethè, sin sueño, sin letargo). Hemos de vivir despiertos, vigilando, con una respiración consciente. Cobra así todo su sentido la exhortación a orar siempre de san Pablo.

Adviento, tiempo de oración continua, de vigilar y estar alerta como nunca, tiempo de velar. Porque cuando nos dormimos, volvemos a poner la mente y el corazón en los afanes del mundo, abandonando ese estado de vigilancia y verdad. Nos dejamos llevar de nuevo por la inercia, las creencias, lo conocido, los hábitos cansinos…

Porque la Fuente nunca nos abandona; somos nosotros los que podemos olvidarla. Si nos mantenemos atentos, despiertos, vigilantes, podemos ser conscientes de la Verdad en la que somos, esa que configura nuestra identidad, que nos llena de amor porque es más íntima a mí que yo misma. 

El Evangelio de hoy es una nueva llamada a despertar, vigilar, estar atentos, de pie, la cabeza levantada, el ánimo resuelto, porque el Libertador, el que era, el que es, el que viene (Apocalipsis 1, 8; 4, 8), está viniendo para todos.

 

Algunos pensamientos de Imitación de Cristo de Thomas Kempis, que nos animan a velar:

            Así habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir.

            Si no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana? Mañana es día incierto; y ¿qué sabes si amanecerás mañana?
            ¡Ojalá hubiéramos vivido siquiera un día bien en este mundo!

            Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y se dispone cada día a morir.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Mirad al Rey


Evangelio de Juan 18, 33b-37

En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Jesús le contestó: "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?" Pilato replicó: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí, ¿qué has hecho?" Jesús le contestó: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí." Pilato le dijo: "Entonces, ¿tú eres rey?" Jesús le contestó: "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."
 

jueves santo
                                           Imagen de La Pasión de Cristo, Mel Gibson
 
 
Pilato preguntó a nuestro Señor Jesucristo qué era la verdad y él calló. Y es que se puede decir qué es la verdad en tan escasa medida como se puede decir qué es Dios. Dios es la verdad; verdad y pureza y sencillez son una y la misma cosa.
                                                                                                                        J. Tauler

Jesucristo, Rey del Universo Amor de los amores, Luz del mundo… Rey de los universos originales que reina también aquí, en el mundo, lo virtual, desde el trono invisible del Sagrario. Eucaristía, lo más real que podemos concebir en la tierra, lo más adorable, el más absoluto anonadamiento por amor. Inconcebible para la mente, lo sabe el corazón y lo comprenderemos cuando atravesemos definitivamente el velo que nos separa de lo que ni ojo vio ni oído oyó.

San Francisco de Borja cuando tuvo que reconocer el cadáver descompuesto de la emperatriz Isabel, su bella y amada señora, pronunció las célebres palabras: nunca más servir a señor que se me pueda morir. San Francisco de Borja, al comprender, o despertar, lo dejó todo, eligió servir al único Señor, el que no muere, el Único.

Jesucristo, Rey del Universo. Así culmina el año litúrgico, con el infinito vertical que culmina, salva, restaura. Celebremos al Rey mirándole, sintiéndole, uniéndonos a Él en la Eucaristía, Su Presencia Real en el mundo. Es lo más adorable, mucho más adorable de lo que las imágenes con cetro y corona con que representan al Cristo triunfal de la Parusía, porque aquí, ahora, en este vértice del tiempo que conecta con la eternidad, se ha hecho Nada por amor y, desde esa Nada, nos acompaña e inspira, nos anonada y nos plenifica a la vez. Vivo sin vivir en mí..., muero porque no muero… Qué otra forma de expresar la Verdad que la paradoja, cuando nuestro lenguaje, tan limitado, pretende expresar lo Inefable… Paradoja, torsión que deshace la distorsión para que volvamos a Sión, donde el Rey, el Real, la Realeza–Verdad nos espera sin esperar, nos acoge soltándonos, nos recibe recreándonos en el Universo Original del que nunca nos fuimos.

La pregunta y la respuesta se encuentran, pero Pilato no lo ve. Si lo viera, solo con verlo, sería él también pregunta y respuesta unidas. Por eso Santa Teresa nos exhorta: no os pido más que Le miréis. Que Él es primogénito significa que somos Hijos también. Pregunta y respuesta unidas en cada hombre que se da cuenta y atraviesa el ojo de aguja, liberándose del tiempo, conectando con los Universos Originales que están en un instante, porque nuestro reino no es de este mundo pero está en este mundo si desaparecemos y a la vez nos realizamos, una y otra vez, en al único punto de este plano que no le pertenece al plano virtual, sino al eje del ser.

Hace unos meses volví a verlo de un modo nuevo que ya no olvido. Conversando con un sacerdote, de esos que se van pareciendo tanto al Rey, que se transfiguran y casi desaparecen. Me recordó que el camino pasa por no mirarse a uno mismo sino mirar a Cristo porque, si uno es tibio, Él es fiel, si uno es débil, Él es fuerte, si uno es mezquino, Él es generoso, si uno es falso, Él es verdadero. Ese día emprendí mi más querido proyecto, tal vez mi único proyecto ya: desaparecer para ser. 

Bendito sacerdote, bendito día, desde el que solo está Él, y el eco cada vez más débil y el rastro cada vez más tenue de un fantasma que a veces, asustado, intenta aparecerse. Entonces, vuelvo a enfocarme, vuelvo a mirarle, vuelvo a desaparecer, para unirme con el Rey que nos mira desde su trono invisible.
  
 
                                       Panis Angelicus, Pavarotti y Sting

sábado, 14 de noviembre de 2015

Sin equipaje

 
Evangelio de Marcos 13, 24-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo. Aprended lo que os enseña la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre”.


                                           La apertura del quinto sello del Apocalipsis, El Greco


La segunda venida de Cristo puede ocurrir de dos maneras: con el final de los tiempos (solo Dios sabe cuándo) o por nuestro acceso a la dimensión eterna dentro de nosotros.
                                                                                Thomas Keating
  

Adivinación, augurios y sueños no tienen sentido,
como imaginaciones de mujer en parto.
A menos que vengan de parte del Altísimo,
no hagas caso de ellos.
Porque a muchos les engañaron los sueños:
fracasaron por fiarse de ellos.

Eclesiástico 34, 5-7

 
Hemos llegado a Jerusalén, a los momentos previos a la Pasión, en los que se suceden los mensajes proféticos y apocalípticos, que subrayan el conflicto entre el mundo y el Reino. Confrontación cuyo nudo gordiano está llegando a su cénit: la muerte y resurrección del Hijo de Dios, sublime referente, desde entonces, para quien sea consciente de ese conflicto dentro de sí mismo, y quiera vencer al mundo junto a Aquel que ya lo venció por nosotros.  

En esa lucha interior que se libra dentro de nosotros hoy, hay infinidad de enemigos, que se van relevando en coreografía macabra. Uno de ellos es la curiosidad, que confunde y entretiene, aleja del camino. A muchos que se creían sinceros buscadores de la Verdad, les perdió ese afán de dar continuamente “cuerda” a su pensamiento, persiguiendo interpretaciones cada vez más sofisticadas del Absoluto y del universo. Este tipo de búsqueda es infructuosa desde la raíz, porque olvida que Dios revela sus misterios a los pequeños, los sencillos y humildes, como vemos hoy en www.viaamoris.blogspot.com .

También quienes están aparentemente centrados en un solo camino corren ese riesgo, pues las trampas y los cantos de sirena están siempre al acecho. Los que descuidan su entrega, entreteniéndose en actividades que alimentan esa tendencia a “picotear” y curiosear, en algunos tan acentuada, pueden perderse o quedarse a mitad de camino.

Es absurdo perder tiempo y energía con mensajes proféticos, cuando el mismo Jesús nos dice que nadie, ni Él, sabe la hora. Además, todas las profecías verdaderas están en el Apocalipsis. La revelación, la luz que nos puede transformar está en la Palabra del Señor que no pasa ni pasará porque es Palabra Viva.

Es hora de asomarnos al Evangelio de un modo diferente a como leemos otros libros. O acaso de la forma en que deberíamos hacer todo: como si una luz iluminara cada párrafo, cada versículo, cada línea... Porque cada palabra “significa”; son signos, milagros de lucidez, ventanas a la conciencia y la comprensión. Escritura santa, enseñanza viviente.

La Parábola de la semilla que cae al borde del camino, entre piedras, entre zarzas o en buena tierra (Mt 13, 1-9; Mc 4, 1-9; Lc 8, 4-8) es muy clarificadora sobre esa actitud de curiosidad malsana que encubre pereza y superficialidad. Los que se entretienen con multitud de mensajes son como la tierra junto al camino. No pueden acoger la enseñanza, de tan distraídos, y va el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. También son como terreno pedregoso: escuchan la palabra y la aceptan en seguida con alegría; pero no tienen raíces, son inconstantes.

La parábola del trigo y la cizaña (Mt 13, 24-30) nos recuerda que todos llevamos cizaña dentro; los que se obsesionan con las profecías y los mensajes la tienen en la obsesión de prestar atención a muchos falsos profetas, que es síntoma de desconfianza en el Profeta verdadero.

Una tercera alusión a las parábolas que pueden ilustrar esta actitud: el obsesionado por las profecías no vende todo cuanto tiene para comprar la perla de gran valor (Mt 13, 45-46), porque sigue siendo rico de espíritu, no se ha vaciado para que entre la buena nueva.

Qué auténtico y poderoso es el amor, que nos hace darlo todo y darnos, cuando brota de ese desvalimiento y de la entrega confiada a lo Real, de la conversión ineludible a la que nos llevan el desengaño, el fracaso, la quiebra de las ilusiones.

Porque las crisis o los dramas personales pueden endurecer el corazón o abrirlo. Si eres consciente de que la batalla se libra siempre, en primer lugar, dentro, tarde o temprano acontece la rendición de esos personajes que ya no podemos seguir interpretando y el corazón se libera de escudos y armaduras, inútiles al fin. Y se alza la bandera de la confianza en el Único que nos da palabras de Vida, que no pasarán.

O hacemos real el Reino ahora, o no lo hacemos nunca. ¿Para qué preocuparnos de escatologías más o menos cercanas o lejanas, si tenemos el maravilloso momento presente, el único donde podemos elevarnos y Ser? El Reino ya ha venido, está aquí, en nuestro corazón despierto y abierto.

Las profecías no preocupan a quienes ya viven trascendiendo el tiempo cronológico, sub specie aeternitatis. Es atendiendo a las guerras y los cataclismos interiores, a las fuerzas de dentro de uno mismo, como vemos surgir, ahora, los nuevos cielos y la nueva tierra. Sin miedo, con la confianza del que se sabe a salvo. ¿Cómo va a temer quien se sabe unido a Cristo, Su valentía y Su inspiración?

El que camina en esa Compañía, confiado y libre, no tiene miedo. Recibe información sobre lo que sucede fuera, pero sabe que lo más importante es lo que sucede dentro. Por eso puede perseverar y seguir amando hasta el final, que es el principio.

El Reino se realiza en cada uno de nosotros cuando vivimos velando, atentos, vigilantes, con el único “equipaje” necesario siempre listo, el anhelo de volver. Mirada de lo alto y hacia lo alto, que atraviesa, como un rayo, la ilusión y la disuelve.

 
                                                              Vacío, Daniel Drexler
 

sábado, 7 de noviembre de 2015

La mujer valiosa. Las viudas vírgenes.


Hoy el blog hermano nos cede su entrada más vista. ¿Por qué será la más vista? ¿Atrae el título por su aparente contradicción?

Todos anhelamos la plenitud, aunque algunos no sean aún conscientes de ello y, en las paradojas que usa la Sabiduría para que comprendamos más allá de la mente, se nos ofrece la lógica del Amor, que no descarta, sino integra, no propone alternativas, porque solo hay una opción, la que Jesús y la viuda nos proponen hoy: despertar, volver a Casa, perder la vida para ganar la Vida. 
 

El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará. 
                                                                                                                 Lucas 17, 33

 
                                              Tengo miedo de lo que doy, pues me esconde lo que no doy.

                                                                                                             Michel Quoist


Evangelio de Marcos 12, 38-44

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente dijo: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.
            Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos monedas de muy poco valor. Llamando a sus discípulos, les dijo: “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir."



                                                      Óbolo de la viuda, James Christensen

  
                            La mujer valiosa, ¿quién la hallará?
                            Vale mucho más que las perlas.

                                                                                                              Proverbios, 31, 10


                                                 "Mujer" es la palabra más noble que puede atribuirse al alma
                                                  y es mucho más noble que "virgen".
                                                                                                                      Maestro Eckhart
                                               

El contraste que nos muestra el Evangelio entre las actitudes de los escribas y la mujer que deposita sus últimas monedas en el gazofilacio, cuando está acabando la actividad pública de Jesús, es contundente. La palabra “viuda” es la que vincula ambos fragmentos, referidos a dos formas opuestas de ser y estar en el mundo.  En este caso, los contrastes a superar, integrar y conciliar en la Unidad a la que estamos llamados son: ricos y pobres, tener y ser, hipocresía y sinceridad, injusticia y amor, egoísmo y generosidad, mezquindad y desprendimiento. La viuda que Jesús mostró a los apóstoles como ejemplo de nobleza y humildad no pretende aparentar nada, es lo que es, inmensa en su gesto, perfecta en su entrega.

Jesús ya había “purificado” el templo con aquel acto de cólera sagrada. Por eso, la contemplación del sacrificio (sacer fare, hacer sagrado) de esta mujer va mucho más allá de cualquier argumento, por otro lado, respetable, sobre si estaba siendo explotada o no. Ella no está dando una limosna a la dimensión humana del templo, sino que, entregando cuanto tiene para vivir, se está ofreciendo a sí misma a Dios, con una actitud de absoluta confianza. Y, en ese darse por entero, cumple ejemplarmente con el primer mandamiento, pues está amando con todo su corazón, toda su alma, toda su mente, todo su ser (Marcos, 12, 30).
Su recompensa está a la altura de su ofrenda. Aunque ella aún no lo sabe, su esposo definitivo será Aquel que ya la está mirando con los ojos radiantes de amor y de ternura.

            Siempre me han impresionado e inspirado las viudas que la Palabra de Dios nos ofrece como modelo. Qué arquetipo tan hermoso, tan profundo y lleno de matices.
La viuda de Sarepta, que, confiando en la providencia de Dios y en el profeta Elías, no se reservó nada para sí (1Reyes 17, 10-16).
Rut, la moabita, que decidió acompañar por siempre a su suegra Noemí, viuda también, que había perdido a sus dos hijos. Cuando esta insistió en que, por su bien, volviera a casa de su madre, para encontrar nuevo marido, aunque la dejara a ella en la soledad y la pobreza, destino de las viudas, Rut pronunció aquellas palabras eternas: “No insistas en que te deje y me vaya lejos de ti; donde vayas tú, iré yo; donde mores tú, moraré yo; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios” (Rut 1, 16).

El Evangelio de hoy nos invita a contemplar a la discreta y silenciosa viuda pobre que, al dar todo cuanto tiene, en realidad, está dando todo cuanto es y, sin saberlo, en su ofrenda silenciosa, está renaciendo bajo la mirada de Jesús de Nazaret, tan próximo ya a la Pasión.
¿Qué fondo de confianza la sostiene para que sea capaz de darlo todo? ¿Cómo la miraría Cristo, estando a punto de entregarse él mismo, de forma total y definitiva?
Qué inspirador pasaje, para meditar y contemplar el Misterio de un Dios hecho hombre.

La verdadera riqueza, la que perdura, la fortaleza, el poder que mueve montañas consisten en no reservarse nada, ningún bien material o inmaterial. “El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío” (Lucas 14, 33).
Es, de nuevo, la lección de la confianza, de la pobreza en el espíritu, paso previo al necesario morir a uno mismo, que abre las puertas de la Jerusalén celeste, que ya es, aquí, ahora, para el que ha dado ese salto sin red sobre el abismo.

¿Qué podemos ofrecer cada uno para poder dar ese salto? ¿De qué nos cuesta desprendernos? ¿A qué nos aferramos? ¿Seguridad, afectos, comodidades, bienes materiales, rutinas, prejuicios, prestigio, creencias, tranquilidad, proyectos, fantasías, triunfos, fracasos, emociones negativas (porque de todo hay)? Eso a lo que tanto nos cuesta renunciar es nuestra cárcel, los barrotes que nos impiden alcanzar lo verdadero.

La entrega total, en cambio, abrazarse a la cruz, es el puente hacia la Vida, que se despliega bajo nosotros, precisamente, mientras estamos saltando sobre el abismo.
Y no se trata solo de dar o de soltar: hacer una generosa donación a Cáritas o a Vicente Ferrer, renunciar al apego a esa persona sin la que crees que no puedes vivir, abandonar un trabajo que acaricia tu ego y te anestesia, liberarse de tantas comodidades, a veces tan sutilmente diabólicas. Hay que ir a la raíz de la entrega total, transformar las actitudes que nacen en el corazón y son las que pueden ensuciar o limpiar, oscurecer o iluminar nuestras vidas y las de los que nos rodean. Porque, sin amor, cualquier donación desinteresada, cualquier renuncia, cualquier altruismo aparentemente heroico no sirve de nada (1 Corintios 13, 1-3).

Y es que, en el fondo, da igual que se lo diera al templo, del que no quedará piedra sobre piedra (Marcos 13, 2), a un mendigo o al propio Judas, que guardaba la bolsa, (Juan 13, 29). Estamos intentando mirar el gesto de esa viuda y verla a ella con los ojos de Cristo; su nobleza, su ofrenda, su belleza transparente. No sé por qué, la imagino hermosa, no anciana, sino más bien joven, o…, mejor, atemporal, con el cutis terso, la mirada limpia y la mano que deposita los dos leptos, grácil, delicada. Una mujer que había conocido el amor de un hombre y, al perderlo, se entregó al Amor de Dios, alcanzando un nivel y una calidad de pureza infinitamente superior a la de muchas vírgenes solo en lo físico.

– ¿Qué dices, loca? Exageras, como siempre. ¿Cómo va a recobrar una viuda la pureza de una virgen? ¿Puede el amor a Dios y a los demás transformar así los cuerpos? 

– Claro, pero solo si antes ha transformado el alma.

La viuda silenciosa, iluminada por la mirada del Maestro, tan cerca ya de Su propio Sacrificio en la cruz, tiene, como la generosa viuda de Sarepta o como la fiel y compasiva Rut, el alma traslúcida del que ha logrado la virginidad espiritual, que es la absoluta disponibilidad. Cuánto más bella y trascendente es esta virginidad que la meramente física, que, si no se alcanza también la del espíritu, acaba corrompiéndose, manchándose de soberbia, rigidez y vanidad.

La viuda de Sarepta, Rut, la viuda del templo, las tres son ejemplo de la mujer valiosa, la que añora en los Proverbios Lemuel, rey de Masá (Proverbios, 31, 10). Viudas vírgenes las tres, aunque hubieran tenido cinco maridos como la samaritana, pues la verdadera pureza nace de la disponibilidad para cumplir la voluntad de Dios y ofrecerse por entero a Él y al prójimo. Cada una a su manera, en su lugar y circunstancias, ha pronunciado el “hágase Tu voluntad” que, al brotar del corazón, las hace libres.

También nosotros podemos ser libres si seguimos su ejemplo y el de tantos que se miraron en ellas, que escucharon la Palabra y la pusieron por obra, como Bernardo de Claraval, que dijo: “Siguiendo el ejemplo de aquella mujer del Evangelio, he dado en mi pobreza todo lo que tenía”.

Un paso inicial hacia esa meta sería comprender, por fin, que las Sagradas Escrituras, y muy especialmente el Evangelio, están hablando de nosotros y para nosotros. Solo así nos irá transformando su poderosa alquimia.


 
La llevaré al desierto, Sor Tomasina