Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 19 de octubre de 2013

La obra es uno mismo. Para algunos poetas

 
              "El interés occidental por el mandala se debe en gran medida a la obra del psiquiatra Carl Gustav Jung, que estudió los mandalas orientales y descubrió que sus propiedades integradoras eran beneficiosas en la psicoterapia. Dibujando mandalas, sus pacientes podían comenzar a poner orden en su caos interior.
             La construcción y posterior destrucción de mandalas de arena es una antigua tradición practicada por los monjes budistas del Tibet. Consiste en crear un mandala con granos de arena coloreados; luego es santificado y destruido como parte de un ritual. Según ellos, esto les ayuda a practicar el desapego y a "no codiciar el resultado de sus actos"."
 




 
Gracias por el vídeo y la explicación.
            Sabía que tú lo entenderías. Y eso, que tú lo entiendas y saberlo, es más que suficiente.

 
                                                         Si no os convertís y os hacéis como niños,
                                                         no entraréis en el reino de los cielos.

                                                                                                         Mateo 18, 3


         Nadie entiende esto, solo algunos poetas,
solo ellos me comprenderán.
 
       Carl Gustav Jung


      Solo algunos poetas y algunos de los que han logrado volver a ser como niños pueden comprender que, destruyendo en su dimensión material la obra hecha con consciencia, construimos la Obra invisible, sutil y duradera, lo que no se quemará (1 Cor 3, 11-15).
      Entonces, todos los caminos, a veces aparentemente contradictorios, revelan su sentido oculto y entendemos, con algo más profundo y real, que era necesario recorrerlos para emprender el Camino verdadero.
     La vida empieza a ser lo que siempre fue pero aún no éramos capaces de ver, el escenario maravilloso donde transformarnos, para aprender a interpretar el personaje que nos ha tocado en la Obra que somos.

 

No recordéis las cosas pasadas,
no penséis en lo antiguo.
Mirad, voy a hacer algo nuevo.
Ya está brotando, ¿no lo notáis?

                                                                          Isaías 43, 18-19


                                                Y dijo el que estaba sentado en el trono:
 “Mira, todo lo hago nuevo.”

                                                                                  Apocalipsis 21,5


Qué sublime, irrepetible fuente de Vida, fue la “destrucción del mandala” que Dios llevó a cabo consigo mismo en la persona de Su Hijo. Así se cumplió todo y comenzó la posibilidad de vida eterna para nosotros.


                            Jesús última mirada
                            por sus ojos en cruz por sus bellos ojos sacerdotales
                            se nos viene la eternidad a velocidades incomprensibles
                            sus ojos por fin se cierran y a Dios de pronto se le aparece
                            Dios.

                                                                  J. M. Ibáñez Langlois

 
¿Quién antes o después de Él dijo: “Mira, hago nuevas todas las cosas”? Y es que no hay antes ni hay después de Él.

            Hacer todo nuevo..., más allá de las leyes de los hombres, más allá de las leyes de la naturaleza, más allá de los dioses y el destino, más allá de la muerte, todo nuevo por siempre, con Él, por Él, en Él.

           Nuevas todas las cosas, en tu vida y la mía, y, a partir de nosotros, en el mundo y en todos los mundos posibles y soñados. Vasijas nuevas de un barro viejo, llamas recién encendidas en velas gastadas que llevaban años, siglos sin alumbrar.

            Hacer todo nuevo, atreverse a vaciarse y llegar al centro donde reside el germen de la belleza y la verdad, la raíz de la consciencia, y desde ahí, con esa nueva condición en ti y en mí creada, mirar todas las cosas por vez primera, como si lleváramos años o siglos dormidos o muertos.

          Y descubrir que somos lo que vemos, creándolo y recreándonos, mientras el corazón, pura mirada, se abre y se despliega como una flor enorme, cubriendo con sus pétalos el mundo, renacido.


 
            El ser humano puede rehacerse sin cesar. Es capaz de trascender sus determinismos si se sume en lo más profundo de sí mismo, en el nivel de su ser esencial.
            (…) La transformación es una reestructuración total, radical, no un remiendo ni una chapuza. Es creer que la vida puede ser renovada, que es posible rehacerse un corazón de niño.
                                                                                                          Henri Boulad          



                                               SIC TRANSIT           

Maquillo cada día
mi máscara hermosa
y dejo la otra
en un cajón oscuro.
           
Pronto descubrirán
–las dos sordas, las dos mudas–
su destino inexorable
de humo y cenizas.

Pero yo
ya me habré ido
con la voz y la música a otra parte.





                                   Escena final de Blade Runner, Ridley Scott (1982)