Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










martes, 28 de junio de 2011

Memento mori

La Muerte y la Doncella - 1510 - Hans Baldung
La Muerte y la Doncella. Hans Baldung


            Me gusta esta camiseta de verano que deja los brazos desnudos, entregados al aire. Me estoy peinando frente al espejo y observo cómo se tensan y destensan los músculos: bíceps, tríceps, trapecios, deltoides... No es culto al cuerpo, no los ejercito más de lo imprescindible. Tampoco es narcisismo ni frivolidad; es puro asombro y agradecimiento por las maravillas del cuerpo humano.
            Relajo el brazo izquierdo y el tríceps se queda algo flácido; me recuerda esa molla tan tierna y jugosa de las alas de pollo. Me miro a los ojos con mirada panorámica, a ver si descubro por dónde ha escapado el encanto de hace apenas un instante. Un león, una pantera, cualquier depredador quedaría hambriento con estas suculencias con las que me acabo de peinar.


martes, 21 de junio de 2011

Cirugía

           
            En el metro, en las salas de espera, por la calle, en la cola del supermercado, en la parada del autobús, cuando veo un anciano, no puedo evitar rejuvenecerlo con la imaginación. Le voy quitando años, le voy soltando lastre, voy extirpando miedos, dudas, fracasos, aliso su rostro y su alma a la vez. Algunos me sorprenden de tan guapos como quedan, otros me deslumbran con su expresión serena, alguno hasta me  enamora.
También sigo el proceso contrario: si es alguien joven, imagino el anciano que será. Para el que sabe mirar, muchos llevan en la cara las tormentas y turbulencias por vivir, las derrotas que deberán afrontar, las ausencias, los remordimientos, las traiciones; surcos que irán esculpiendo su rostro y su corazón.
            Intento ver lo que hay tras los desconocidos aparentes que voy encontrando. En su belleza está la mía, en su fealdad y decadencia, las mías. Porque soy ellos, porque son yo, aunque parezcamos millones.
Soy cirujano y extirpo la separación, esa ilusión que nos aleja de lo auténtico. Trato de restaurar en mi mirada la esencia de unidad que nos da sentido. Evoco la juventud de cada anciano, que es la mía, la vejez de cada joven, que es la mía.
            Soy cirujano y a los desalmados les imagino un alma que pueda abrir la puerta o fundir los barrotes de la cárcel que habitan.

martes, 14 de junio de 2011

Orar respirando


            Es de Antonio Porchia: Dios mío, casi no he creído nunca en ti, pero siempre te he amado. Hay hombres, Porchia, Machado…, que son en el buen sentido de la palabra buenos. No necesitan elaboraciones complejas de un Dios que siempre han sentido cercano, la parte más auténtica de sí mismos, caminando junto a ellos o creando y recreando un mundo de progresiva desnudez y limpieza, ese Dios deseado y deseante de Juan Ramón, otro hombre bueno.

           Y Thomas Merton dice: vivir es orar respirando. También el poema es siempre una oración, aunque el poeta reniegue de Dios, tal vez entonces más que nunca.
           
            Aunque cante a un cubo de basura, como Rafael Morales, aunque hable de miserias o traiciones, el poeta alienta con vigor, como si en el aire palpitara el verso que daría sentido a su vida y a su muerte, el único poema que nunca escribirá.


jueves, 9 de junio de 2011

Dime cómo comes...


Saturno devorando a su hijo. Goya

Comiendo, la gente se descubre. En un restaurante se puede obtener información suficiente para una tesis de psicología, sociología o filosofía. Incluso, si me apuran, de mitología.
Hay quien devora con ansia, revelando en sus gestos la huella de unos genes que han sobrevivido millones de años.
Hay quien desnuda sus melindres y, más que comer, disecciona.
Hay quien hurga, quien revuelve y mezcla, quien separa.
Hay quien come con los ojos, quien come con el miedo o la soberbia, quien come con la codicia, con la angustia y las miserias.
Hay quien se alimenta, agradecido, reverente. Hay quien se destruye.
Hay quien come para vivir, quien come para comer, quien come para dormir, quien come para olvidar, quien come para morir.
Hay quien se come a sí mismo, Saturno e hijo a la vez.


lunes, 6 de junio de 2011

El trofeo


                                                                                           La atención absoluta es oración.

                                                                                                                       Simone Weil

          Mientras leo el periódico, en la tele transmiten la final del Roland Garros entre Nadal y Federer. Aunque no suelo ver competiciones deportivas, el movimiento preciso y eficaz de esos cuerpos atléticos atrapa mi interés y me hace recordar cómo debo escribir, trabajar, vivir hoy, siempre: los sentidos alerta, los reflejos bien entrenados, sabiendo que el triunfo o la derrota dependen de movimientos, pensamientos, emociones que tienen lugar en décimas de segundo.
          No se puede bajar la guardia; hay que mantener la atención, intensa, firme, constante, sin perder sutileza ni transparencia.
El trofeo de metal, que en tierra batida Nadal casi siempre acaba mordiendo, el dinero, un millón doscientos mil euros para el vencedor, el aplauso a tan extraordinarios deportistas y nobles contendientes son lo de menos. Los dos saben, aunque tal vez no recuerden que lo saben, que el premio, hoy y siempre, son ellos mismos: su voluntad, su conciencia, su libertad, su alma.