Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










martes, 31 de mayo de 2011

De agua y de viento



¿Te inspiran estas calles conocidas, o en el cielo los matices ocre y violeta de las nubes?
¿Te inspira el viejo salmo evocado mil veces, o el recuerdo de un sueño todavía sin cumplir?
¿Es el inexplicable olor a pino, olor a Navidad en pleno mayo, en el atribulado corazón de la ciudad?
¿Quién te inspira esta vez el verso claro que no vas a escribir?
Ya has aprendido que hay versos que se pudren si los encierras en una página de papel mortal, con tinta y palabras mortales, y este es de esos.


jueves, 26 de mayo de 2011

Verdad y belleza


    

                                                            "La belleza es verdad y la verdad belleza"... Nada más
                                                            se sabe en esta tierra y no hace falta más.

                                                                                                                                 John Keats
                                                       
            Vivimos para descubrir la belleza, todo lo demás es una forma de esperar. Es de Khalil Gibran. Lo recuerdo al encontrarme con un cielo atardecido que ofrece infinitos matices de la luz, mundos que esperan a quien se atreve a ir más allá de lo previsible. La raíz de la belleza que muestra la ventana abierta al oeste no está en los colores de las nubes que bailan y se transforman, ni está en el fondo del lienzo que el sol hace temblar mientras se esconde. El espectáculo, repetido e inédito cada vez, es sólo un detonante, una pantalla, el azogue que cubre los espejos.


martes, 24 de mayo de 2011

Dignidad



Fotografias: Agujas y Pico de Cabrones desde todos sus ángulos, Macizo Central Picos de Europa, montaña Asturias

Wakan Tanka está en toda cosa: en los árboles, las hierbas, los ríos, las montañas y todos los cuadrúpedos y los pueblos alados; y, lo que es aún más importante, Él está también más allá de todas estas cosas y de todos estos seres.

                                                                                                            Alce Negro
                                                          

          Juan Luis Arsuaga dice que hay que cuidar la naturaleza porque tiene dignidad. Lo repite con los ojos brillantes: una montaña tiene dignidad. Resuena en mí hondo y claro. ¿Quién, si mira atentamente, puede negar que una montaña –y un río y un valle y un árbol– tienen dignidad?
            Este paleoantropólogo honesto vuelve a pulsar una de mis cuerdas mejor afinadas cuando evoca cómo en Atapuerca sintió que estaba estrenando el mundo. Ensalza la belleza del fracaso, que no es derrota si se ha hecho lo posible. Me gana definitivamente cuando explica que la ciencia sólo proporciona datos, que las teorías son creación de los hombres, después de citar a Shakespeare: estamos hechos de la misma naturaleza de los sueños.       
De vez en cuando aparece alguien sencillo, sincero, y encuentro en una mirada, un gesto o una frase casual –o causal–  la raíz de lucidez que me devuelve la fe en el hombre. Y descubro su dignidad, tan nítida como la de la montaña, la del río, la del mar.



martes, 17 de mayo de 2011

El Auriga de Delfos






          Buscando un dato en un libro de arte, encuentras su rostro sereno. El sentimiento es el mismo; el Auriga de Delfos, amor soñado antes del amor.
          Ahora entiendes por qué apareció el chico de la sonrisa eterna. Intentas recordarle en las raras ocasiones en que estaba serio, y logras distinguir sus rasgos en los del Auriga; la misma belleza, la misma armonía. Fue la expresión viva de aquella primera pulsión, un paso inicial en el camino hacia el ágape.




          Vuelves a contemplarlo, esta vez con una atención más intensa y profunda, más alta y extensa, más certera. Creyendo que te habías enamorado de una escultura milenaria, te enamorabas del arte.
          Qué femenina silueta, con la túnica ceñida al talle, muy cerca del pecho. Su rostro, en cambio, no es femenino. ¿O sí?
          Es andrógino, la unión de lo masculino y lo femenino, las nupcias interiores, el regreso anhelado a la unión primigenia. Quizá por eso te atrajo, por eso aún te atrae su serenidad imperecedera.
          Dicen que lo clásico no pasa; es la verdad lo que no pasa, y algunas obras han llegado a captar un vislumbre de lo verdadero. Eso es lo que nos admira y hace que nos siga impactando después de tantos siglos.

lunes, 9 de mayo de 2011

Libros vivos


Siento que los libros no son definitivos, admiten cada vez niveles superiores de sutileza y hondura. Publicar no es congelar, los libros han de estar vivos, calientes, acaso sudorosos. Siempre se puede ir más allá, hacia una versión mejor, más depurada, más elevada de un texto y de uno mismo.
            Las obras literarias tienen sus ciclos al margen de las ediciones, que en el fondo son un accidente. Se van concibiendo, se van desarrollando, porque también en la escritura necesaria el tiempo es relativo y se puede revisar veinte años después, veinte días después o veinte minutos después de leer el primer ejemplar de la primera edición.
            Como uno debe cuestionarse para ser cada vez más libre, también las obras se cuestionan a sí mismas, se liberan poco a poco. No son bloques, no son imágenes ni productos terminados, se siguen haciendo, se siguen construyendo a su ritmo. Uno solo debe ser testigo de ese proceso, darles el espacio que precisan para crecer, transformarse, evolucionar.